He planteado con insistencia que debemos desarrollar la imaginación no punitiva para atajar las violencias de género contra las mujeres si queremos de verdad incidir en que mermen. Para ello propongo salirnos del esquema tradicional de abordaje de las violencias de género, que parte del lenguaje de la seguridad (del orden estatal) y de la sanción a la transgresión de las leyes estatales y la lesión al orden social prevalente. Las propuestas de gobierno autodenominadas feministas deberían pensar estrategias preventivas desde el bienestar económico-social, el fomento a la autonomía relacional —aquella que considera el entramado de relaciones en el que nos desarrollamos para poder decidir en un marco contextual determinado— y la valoración simbólica-material de los roles considerados femeninos.
Traigo a colación lo anterior ya que en las campañas electorales contemporáneas de la 4T se escucha, casi como un oleaje imparable, la frase “es tiempo de mujeres”. Por primera vez, de manera simultánea, México tiene dos candidatas femeninas: Claudia Sheinbaum, quien aspira a ser presidenta de la república, y Clara Brugada, para gobernar una de las ciudades más importantes de nuestro país: la ‘ciudad monstruo’ (CDMX). Ambas cuentan con amplias trayectorias en la política y en los movimientos sociales de izquierdas. Las dos tienen la gran responsabilidad de dotar de sentido la frase de campaña que por momentos suena hueca: “es tiempo de mujeres”.
¿Qué significará para la 4T? De acuerdo con las propuestas de ambas candidatas, parece que el bienestar material de las mujeres será el fundamento de sus programas.
Sheinbaum ha dicho que los ejes de su gobierno serán aquellos que garanticen “soberanía, seguridad, paz y prosperidad”; además, que impulsará una “revolución económica para las mujeres”.
Por su parte, Brugada plantea un programa abiertamente feminista; habla de la “justicia para las mujeres” desde una visión que abarca las estrategias preventivas que he mencionado anteriormente, sobre todo la última. Su propuesta de implementar un sistema público de cuidados es, desde mi perspectiva, una política pública de prevención.
Si bien ambas candidatas plantean y coinciden en que es necesario dotar de capacidad económica a las mujeres, me parece que existen varios retos en el ámbito de la valoración y del reconocimiento simbólico a los que se enfrentarán para la materialización de sus proyectos, y que su asertividad en abordarlos puede contribuir a darle sentido a la consigna “tiempo de mujeres” en la 4T.
Es necesario tener una estrategia compleja, es decir, que aborde mínimamente y de manera paralela propuestas de imaginación no punitiva.
Otro de los grandes retos son los obstáculos propios de los partidos de izquierdas, que se niegan a abandonar anquilosadas formas de pensamiento y prácticas (masculinas) machistas. Considero que su desafío no debe reducirse a señalar a los adversarios, su corrupción, abusos y machismos. Las que nos vivimos y sentimos de izquierdas tenemos claro que la apuesta estará en mantener la congruencia y el valor para señalar las contradicciones y abusos de los colegas de izquierdas, que siguen aferrados a los ideales que justifican los privilegios masculinos en detrimento de las libertades femeninas. No será fácil señalar a muchos de nuestro colegas que se oponen a ir más allá del discurso y revisar sus prácticas “políticas y privadas” de explotación, corrupción y abuso en contra de sus compañeras dentro de la izquierda.
Si la 4T desea cambiar las políticas discriminatorias, corruptas y de abuso (de género), debe empezar por barrer su propia casa y generar nuevas maneras de hacer política. Hará falta mucho arrojo y coherencia. Tengo esperanza, como sé que muchas otras mujeres de izquierda la tienen, en que estas dos grandes mujeres estarán a la altura para otorgarle significado a la frase “es tiempo de mujeres”.
Enhorabuena, México; parabienes, chilangas y chilangos, tenemos grandes candidatas y muchas ilusiones que, esperemos, no defrauden.
