Xóchitl Gálvez: ¿obradorista de clóset?

Columnas Plebeyas

En 2004, Vicente Fox aseguró, con la vehemencia de un cruzado, que las pensiones para adultos mayores, programa social estelar de la administración de Andrés Manuel López Obrador en la Ciudad de México, “llevarían al país a la quiebra”.

En un acto de propaganda sucia, el Partido Acción Nacional (PAN) aseguró, de marzo a julio de 2006, que los programas de pensiones para adultos mayores eran producto de deuda y generarían una crisis económica. El spot donde eso se dijo era un engaño descarado, que mintió en el sentido de que los programas sociales no provenían de adquisición alguna de deuda y de que hoy las finanzas responsables de ello, las capitalinas, siguen sanas.

En aquel año era frecuente escuchar a panistas la consigna de que “había que enseñar a pescar y no dar pescado”. El espectro de la derecha se cansó de etiquetar esos intentos de justicia redistributiva como un peligroso populismo que llevaría a la bancarrota al país.

Apenas 17 años después, el panorama es radicalmente distinto. En julio de 2020 el panista Felipe Calderón aceptó en público, en entrevista con Leo Zuckermann, que ese tipo de pensiones “sí son benéficas”. En un acto no sólo de desmemoria cínica, sino de abierta manipulación que sonrojaría a George Orwell, Fox y el PAN hace apenas unas semanas se adjudicaron la creación de los pensiones a adultos mayores. No hay ya palabras para definir el grado de perfidia del perdulario expresidente, quien, abusando de la ignorancia de quienes le creen, se atribuyó una política programática justa que, en su momento, combatió con un desdén delirante.

No se trata de una esquizofrenia ideológica en el blanquiazul. Es más bien un intento desesperado de adaptarse a una realidad que les incómoda: una donde hoy el grueso de los mexicanos ve con beneplácito y legitimidad los programas sociales. Y no les faltan buenas razones para ello, puesto que se trata de mecanismos de justicia que han cambiado vidas y que no han arriesgado absolutamente ningún parámetro económico.

En apenas tres lustros, el país experimentó un cambio cultural tremendo: se ha erosionado, quizá para siempre, el elitismo rancio del foxismo, que miraba como estorbos a ciertos sectores sociales. Hoy hay mayor inercia solidaria en México, donde ya los neuróticos de mala fe que odian el bienestar de las mayorías son un espectro que se va a la marginalidad.

Es nada menos que el triunfo cultural del proyecto que hoy gobierna: correr a la izquierda a las fuerzas políticas, aunque en vez de hacer en ello un esfuerzo de disimular su elitismo pasado, hagan hoy el ridículo al asumirse como defensores eternos de tesis que apenas hace unos meses aún rechazaban como “dádivas para ninis”.

Eso y no otra cosa explica la prematura precandidatura de la señora Xóchitl Gálvez. No es por su brillo administrativo (pues fue una alcaldesa y una funcionaria federal de medio pelo), ni por sus compañías (donde han descollado seres impresentables de la derecha mexicana, como el propio Fox o Arne Aus den Ruthen), sino porque en estos años ha sido la única panista (externa o no) que no despotrica furias irracionales contra el eje central del actual gobierno: su política social. Como extra, se trata de una mujer que pretende impostar un presunto origen y proyecto popular que arrebate causas y bases al obradorismo.

Más allá de la señora Gálvez, blandida como producto milagro por las cúpulas del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y el PAN, secundadas por sus lamentables voceros, hay que señalar lo obvio: el problema no está sólo en ella misma, sino en que sus patrocinadores y colegas harán desatinos y deshonestidades indignas para poder destacarle como virtudes (lo popular en el origen y en el proyecto) lo que llevan lustros acusando en otros de defectos “populistas”.

Para lograr tan grotesca empresa, esta derecha ya tiene un personaje que la representa fielmente en esa sevicia contradictoria: Vicente Fox, cuya veleidad y doblez monstruosas no son derrapes propios de su edad, sino el disfraz con que el viejo lobo antipopulista de las derechas hoy quiere darse aires de popularidad.

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