Uróboros

Columnas Plebeyas

Alguien ha sugerido que en el acto consecutivo de beber un vaso con agua tras otro puede apreciarse progresivamente la desaparición de la sed. Como si de un método patafísico se tratase, se propone con ello una suerte de índice del deseo. Sin embargo, esta es una lógica de la necesidad que opera justamente de forma inversa a la que se plantea. Otra idea asociada, pero distante, es esa de que con más se obtiene mayor saturación de la falta. Es una trampa irrealizable en la misma medida en la que el deseo es deseo mientras que no se realice. Insisto, el motor del deseo es el vacío, no su realización. 

Probablemente una de las experiencias humanas más tempranas sea la de la insatisfacción. Una mujer en consulta con Sigmund Freud manifiesta tener un sueño recurrente. Cada noche al dormir sueña que abre la nevera en busca de una tarta.

—¿Qué puede significar esto? —pregunta consternada.
—Los sueños —responde el padre del psicoanálisis— a menudo no son más que el cumplimiento o la realización de deseos sofocados que retornan demandando su reparación.
—¿Por qué entonces nunca encuentro la tarta? —insiste la mujer.
Finalmente, Freud responde:
—Se trata de un deseo de insatisfacción. 

Hablamos aquí de un sujeto que pasará el resto de su vida tratando en vano de colmar una falta que, no obstante, lo constituye. Su capacidad de sobreponerse a la insatisfacción determinará qué rol jugará en la civilización, si es capaz de vivir castrado con serena resignación o si por el contrario sucumbirá ante la promesa del colmo y su infinito desfile de agálmatas y fetiches. 

Todo esto me vino a la mente cuando la fiscal Saritha Komatireddy afirmó frente al jurado que el dinero que Genaro García Luna obtuvo a través de múltiples delitos “no significa algo para gastar, sino poder para comprar gente, medios y aliados para corromper”. ¿Todo ese desgaste de energía para obtener una fortuna sin valor? Sí, un producto —todavía vivo— del capitalismo, astuto y sin freno corriendo hacia el autoconsumo, un síntoma autónomo que tiene por límite su absurdo.

Jorge Alemán llama la atención sobre el prestigio de la palabra deseo porque en realidad es una experiencia que no tiene nada que ver con el placer, sino que es su más allá. El psicoanalista argentino advierte: “El deseo es un determinado tipo de perseverancia que confina con el deber”. 

Claramente, Genaro García Luna no necesitaba los miles de millones de pesos que desvió del erario, ni los millones adicionales obtenidos mediante sobornos y cobros a cambio de favores otorgados al narcotráfico; los casi 750 millones de dólares que el gobierno de México está reclamando en una Corte de Florida, lejos de colmar el apetito sin fondo de García Luna, lo revelan en su profundidad. 

En la mitología nórdica se hablaba de una serpiente que llegó a crecer tanto que pudo rodear con su cuerpo el mundo entero: su último logro fue apresarse la cola con los dientes.

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