El 2022 estuvo marcado por la incertidumbre: por la inflación y la dificultad para predecir su duración e intensidad, por la invasión rusa en Ucrania y sus consecuencias para el abasto de materias primas y energéticos alrededor del mundo, y por la lenta y frágil recuperación económica posterior al covid-19. Vale la pena enumerar entonces tres grupos de variables económicas que habrá que seguir de cerca en este 2023 que comienza, y que nos ayudarán a entender el desenlace y consecuencias de estos y otros eventos.
Primero, será clave dar seguimiento a la política monetaria que los bancos centrales implementen alrededor del mundo. El 2022 fue un año en que los bancos centrales elevaron las tasas de interés a una velocidad sin precedentes en la historia reciente para tratar de contener la inflación.
A raíz de las mencionadas restricciones, la mayoría de los analistas considera que es inminente una recesión en los Estados Unidos (y una quizás más severa en Europa). Esto tendrá consecuencias para los mercados emergentes, sobre todo para aquellos como México, cuya economía está integrada a la de su vecino del norte. Una recesión implica menor demanda por exportaciones mexicanas y menos inversiones localizadas en este país. Lo que es incierto es la magnitud y la duración de la desaceleración, por lo que las tasas de interés que se fijen en la primera mitad del año y los indicadores de corto plazo de actividad económica, sobre todo en Estados Unidos y en nuestro país, son el primer conjunto de indicadores a seguir en 2023.
El segundo conjunto de indicadores tiene que ver con China. A diferencia de la gran mayoría de los países del mundo, la nación asiática está experimentando tarde los efectos del levantamiento de su política de “cero covid”, por lo que enfrenta no solo una crisis sanitaria de dimensiones mayores, sino que encarará a las mismas disrupciones económicas que el resto del mundo atravesó durante 2020 y 2021. Todo esto además de las tensiones políticas que ya han comenzado a manifestarse en contra del gobierno central.
Dado el tamaño de la economía china, lo que suceda en ella tendrá importantes repercusiones en todo el globo. Las importaciones desde China representan cerca del 11 por ciento del total mundial, mientras que las exportaciones mexicanas a ese país representan el 20 por ciento del total. La rapidez con que China resuelva sus dificultades internas será clave para la velocidad de una eventual recuperación hacia la segunda mitad del año.
Finalmente, dadas las expectativas de un contexto internacional complejo para el crecimiento, será importante seguir de cerca las opciones que dentro del país se tienen para remar contracorriente. Así, un tercer indicador clave a seguir en 2023 será el gasto de gobierno, particularmente el de inversión. Cuando el ciclo económico es adverso, como el que se espera para 2023, el gasto público puede jugar un papel de amortiguador y de guía para las expectativas de inversionistas privados.
El presupuesto aprobado para el 2023 contempla casi un 20 por ciento de incremento en el gasto social, y se presupuesta un incremento de 23 por ciento en inversión. Y aquí la clave es que efectivamente dicho gasto se realice pronto y que se disperse en las economías locales. Actualmente el gasto de inversión pública representa cerca del 2.5 por ciento del Producto Interno Bruto (PIB). Será clave acercar esa proporción a los estimados por algunas fuentes de la Secretaría de Hacienda, en torno al 3.5 por ciento.
Los resultados económicos nunca provienen del vacío. Y aunque el 2023 no nos traiga más certezas, si no perdemos de vista lo que ocurre a nivel internacional y en la esfera de la política económica es probable que comprendamos mejor las implicaciones de estos hechos para nuestra vida diaria, y es menos probable que seamos rehenes de interpretaciones simplistas y de corto plazo.