Bertha X. Gálvez o de servir pasado en copa nueva

Columnas Plebeyas

Bertha Xóchitl Gálvez pasó de la noche a la mañana a ser la candidata presidencial favorita de la mayoría de los sectores más visibles de la oposición. Las cofradías de Letras Libres, Nexos, Latinus y las organizaciones de la sociedad fifí salieron en romería exclamando que la panista es la favorita para vencer al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) en la contienda electoral del 2024. 

Llama poderosamente la atención que la oposición haya saltado abruptamente de un perfil como Lilly Téllez como candidata puntera a uno como el de Bertha X. Gálvez. Podríamos decir que se trata, en apariencia, de los dos perfiles más opuestos en el Frente Amplio: Lilly posa en una foto junto a Santiago Abascal; Xóchitl se apura a tuitear que “con VOX ni a la esquina”. Téllez afirma con orgullo ser de derechas; Gálvez asume su pasado trotskista y dice ser progresista, estar a favor del aborto y la regulación de la mota, y confiesa incluso sus deseos de aprender a fumarla.

Sin embargo, las diferencias allí se quedan, en el discurso, puesto que, salvo por algunas excepciones que ella se encarga de resaltar, siempre ha votado, al igual que Lilly, del lado del conservadurismo y las grandes corporaciones. Votó contra la soberanía energética, contra un sistema electoral más democrático y, al encadenarse en la tarima del senado, trataba de bloquear, entre otras cosas, el voto de una ley contra los intereses de las mineras canadienses. 

Ella gobernó Miguel Hidalgo, la alcaldía de las élites, entre 2015 y 2018. Y a pesar de insistir en su perfil ciudadano, se rodeó totalmente de personas provenientes del Partido Acción Nacional (PAN). Durante ese periodo destaca su cercanía con el político y empresario panista (que se dice ciudadano) Arne Aus den Ruthen Haag, que fungió como su city manager. El mismo Arne que fundó el Poder Antigandalla, donde exponía a quienes violaban las normas para su propia conveniencia y enseñaba a ser un buen ciudadano; pero fue sorprendido eludiendo más de 6 millones de pesos de impuestos en 2021.

Más allá del problema de la inexperiencia que supone pasar de gobernar una alcaldía de poco más de 400 mil habitantes a un país de casi 130 millones, el meollo de la cuestión es la falsedad de venderse como ciudadana. Convenientemente, Gálvez no es militante de Acción Nacional, pero basta con repasar su carrera política para ver que todos los puestos públicos a los que ha accedido los ha alcanzado a través del llamado blanquiazul. 

No quiero caer en la falacia misógina que usan los opositores —y la misma Gálvez— con Claudia Sheinbaum diciendo que será directamente un títere de Andrés Manuel López Obrador. No quiero dar a entender que Bertha X. Gálvez sería simplemente un títere de Claudio X. González o Santiago Creel, o que no tenga una voluntad propia. Pero es importante saber que si llega a través de una estructura partidista, su gabinete y su proyecto de gobierno serán moldeados en buena parte por los intereses de la coalición. De tal manera que por más que el progresismo de Gálvez tenga un ápice de verdad al apoyarla no se estaría dejando de votar por el conservadurismo del PAN, la corrupción del Partido Revolucionario Institucional (PRI) y los intereses corporativos de Claudio X. González y el sector que representa. 

Lilly Téllez decía representar a la derecha moderna. Pienso que se equivocaba, su derecha a la Steve Bannon es demasiado similar a la reacción del viejo régimen. La derecha moderna es Xóchitl Gálvez, alguien que dice estar a favor del aborto, los derechos LGBT+, la regulación del cannabis y las energías renovables; pero nunca cuestiona la explotación de la tierra y del ser humano por parte de las corporaciones, ni la aniquilación de los derechos laborales, ni las privatizaciones. Es decir, un progresismo neoliberal, no muy distinto al de Disney con su falsa inclusión.

El Frente Amplio por México hace una apuesta al potenciar la figura de Gálvez. Arriesgan el voto conservador, pues por más odio que le tenga a López Obrador una persona realmente conservadora dudaría en votar por alguien con un discurso progre buenaondita como el de Gálvez. Así, se la juegan en la oposición en pos de disputar el sufragio de votantes moderados indecisos. 

El frente opositor piensa haber encontrado la fórmula para la victoria en 2024, algo que realmente modifica sus expectativas. Sin embargo, el cambio de Lilly Téllez por Bertha X. Gálvez es meramente cosmético. A un año de la elección, la coalición opositora no ha mostrado indicios de diseñar, al menos, un proyecto de nación alternativo. Su oferta sigue siendo la misma: cambiar el envase, no el contenido. Tomo prestada una metáfora del sabio cubano Silvio Rodríguez: servir pasado en copa nueva y eternizar dioses del ocaso: Fox, Felipe Calderón, Carlos Salinas, Claudio X. González o Santiago Creel. 

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