¿Por qué el miedo?

Columnas Plebeyas

La derecha se decantó por el miedo como estrategia de campaña, pero ¿por qué?, ¿cuáles son las razones que podemos leer en ello?

La derecha tiene miedo e infunde miedo, quiere controlar a los delincuentes con miedo. Voy a construir una cárcel de muy alta seguridad, dice Xóchitl Gálvez en el arranque de la campaña, para que los delincuentes tengan miedo de caer ahí.

Pero ¿cuál es la novedad? La derecha vive con miedo, hace apenas unas semanas Lorenzo Córdova decía que las instituciones sí se tocan, pero con mucho cuidado. No solamente es su campaña: su democracia, sus instituciones, reglamentos y candados defienden el miedo. Si me leyeran dirían: “pues sí”, y justificarían ampliamente su miedo; los instrumentos de la democracia procedimental, los organismos autónomos, etcétera, son eso. Lo saben y lo presumen. Pero me pregunto si hay algo que determine sus teorías sin que ellos mismos lo sepan; es decir, me pregunto si hay un saber inconsciente que pudiéramos interpretar.

Los conservadores, partamos de este hecho, aunque no en todos los casos, aunque no siempre, se criaron en familias autoritarias. Por alguna razón, cuya naturaleza última desconozco —pero el lector me podría ayudar con su imaginación—, los niños aman a sus padres siempre, a pesar de cualquier cosa; pueden ser los padres más injustos y autoritarios, los hijos los seguirán amando. El amor de los niños por sus padres es a prueba de todo. Los niños, incluso los adultos —por Dios, como si no supiéramos que hay amores para toda la vida— pueden amar a sus padres aun tras las peores arbitrariedades, pueden construir explicaciones de todo tipo con tal de justificar —subjetivamente— los actos y palabras de sus seres amados. 

El amor en una familia conservadora correrá, sin embargo, junto a la desconfianza. La suspicacia sobre los secretos de sus padres permanecerá junto al amor; es un amor obligadamente provisto de prevención y miedo. Entonces, ¿qué pasa cuando un conservador (imaginemos a un conservador, por el momento, como un niño o niña asustado en un ambiente de autoritarismo familiar y escolar, de gritos injustificados y humillaciones) ve un presidente muy poderoso? Se muere de miedo.

Se muere de miedo y lucha y justifica su lucha, aunque no haya argumentos. En realidad no hay mejor argumento que el mismo miedo. Sabe, aun sin saberlo, que ese miedo es un antiguo compañero; que ese miedo ya lo conocía desde hacía mucho tiempo, y ¿cómo justificarlo?, ¿cómo puede un niño o niña espantado comprender las agresiones de sus seres amados sino imaginando que son correctas, que existe una razón para tratar mal al indefenso?, ¿cómo puede justificar a sus padres sino pensando que gracias a la violencia familiar se pudo desarrollar, que la agresividad y la competencia son la razón del progreso?

Eso lo sostienen conscientemente: la competencia es la razón del progreso. Se trata de una teoría lógica. No digo que así sea siempre, no digo que sea en todos los casos, simplemente resulta lógico que un niño, un niño que adora —como todos los niños adoran a sus padres—, imagine que el miedo es una maravillosa forma de gobierno.

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