Oppenheimer: el gran Hollywood

Columnas Plebeyas

En los últimos años, Hollywood se ha visto representado por citas como la de Jane Fonda: “Trabajar en Hollywood es como experimentar una forma de prostitución”. Estas palabras aluden al abuso, la explotación y la falta de integridad. Cada vez estamos más lejos de la imagen del gran Hollywood que nos entregó producciones que nos inspiraron, cambiaron nuestras vidas y nos hicieron soñar.

Las películas actuales se enfocan más en costosas campañas de márketing, donde alardean de presupuestos de más de cien millones de dólares, pero lamentablemente gran parte de ese dinero ya no se ve reflejado en la pantalla. La inflación ha desvirtuado el significado del dinero y estas expresiones millonarias apenas nos ofrecen un set de 10×10 con una pantalla verde que, aunque evidente, parece que todos hemos acordado ignorar en sus evidentemente falsas y aberrantes animaciones por computadora, que en ocasiones hacen que más bien parezca que estamos viendo un show de muñecos de hule.

Sin embargo, en medio de este panorama desalentador, ha surgido uno de los pocos cineastas hollywoodenses contemporáneos que podrían denominarse artistas. ¿Por qué me atrevo a afirmar esto? Basta con escuchar lo que Robert Downey junior dijo recientemente acerca de su experiencia trabajando con Christopher Nolan para saber que hay aún un Hollywood potente que nos entrega cosas que nadie más puede: “cuando él me pidió participar en esta película, temí que tantas cintas de superhéroes afectasen mis habilidades como actor en otros proyectos más serios”.

Este director ha demostrado que, ya sea con películas de superhéroes o con eventos históricos, siempre busca la tan ansiada verdad. La misma que persiguen científicos, deportistas y artistas, esa verdad que tanto se busca para desentrañar los misterios de aquello que llamamos realidad.

Con un reparto de primer nivel, escenarios completamente realistas y los destacados recursos técnicos que caracterizan a Hollywood como a ningún otro tipo de cine, Nolan nos entrega una obra maestra que nos emociona con un tema que muchos espectadores podrían haber considerado “aburrido”: la emoción y efervescencia de la creación vista desde los ojos de un “simple y sencillo” científico. Pero nos lo muestra como sólo él sabe hacerlo, como él ve la vida: de manera emocionante, dramática, poderosa, trágica y bella.

Oppenheimer lo tiene todo, sin  tener nada de lo que se supone que debe tener para que algo sea un blockbuster, sin duda principal candidata para el Óscar a mejor película y mejor director, sin las clásicas triquiñuelas que todos conocemos para querer serlo. Esta película muestra a un Nolan auténtico y fiel a sí mismo en todo su esplendor, es la muestra de aquello que poco a poco se ha ido perdiendo: Oppenheimer es el resucitar del gran Hollywood…

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