La soledad de las verdades absolutas

Columnas Plebeyas

El martes 16 de mayo de 2023 en San Cristóbal de Las Casas (su pueblo y el mío) murió quien llevara el nombre de Zoila Soledad. En la radio dan la lamentable noticia para luego informar del lugar donde se llevarán a cabo las exequias. No alcancé a escuchar sus apellidos, ni el lugar a donde podría ir a presentar mis respetos, porque me quedé absorto pensando en eso que decían los romanos: “nomen est omen” (nombre es destino) y la monserga de pasar toda la vida encarnando a esa soledad de todos tan tenida (y temida, por supuesto).

La frase “Soy la soledad” aplicaría perfectamente a Eleanor Rigby, una mujer que vivió en Liverpool a principios del siglo pasado. Una canción del álbum Revolver de The Beatles lleva su nombre. Una mujer solitaria que muere en una iglesia y un sacerdote solitario que pronuncia un sermón que nadie escucha y a nadie salva. ¿De dónde vienen y a qué lugar pertenecen todas las personas solitarias?, se preguntaba Paul en 1966. Ahí mismo, en Liverpool, en la calle Stanley, hay una escultura de una mujer que alimenta aves sentada en un banco. En la placa está escrito: “Eleanor Rigby. Dedicada a todas las personas solitarias”.

En 2014 Ned Benson dirigió una película llamada La desaparición de Eleanor Rigby. En realidad son tres películas, aunque es la misma historia. Una historia sobre el amor, el duelo, el desamor y la soledad contada desde diferentes puntos de vista. Cada versión se narra desde la subjetividad y la percepción de cada protagonista, aunque los hechos sean los mismos.

A esto de contar una historia desde diferentes puntos de vista le llaman “el efecto Rashomon”, pues la primera película contada de esa forma fue precisamente Rashomon, de Akira Kurosawa. En ella se narra la historia de la violación de la esposa de un samurái y el asesinato de este a través de cuatro testimonios: el de la esposa, el de un bandido, el de un testigo y el del propio samurái. 

El mismo efecto Rashomon se puede ver en otras películas, como Vantage Point (Travis, 2008) o Courage Under Fire (Zwick, 1996). A diferencia de la película de Kurosawa, en la cual al final esa cosa llamada “verdad” permanece difusa, en estas dos se llega a una verdad absoluta y definitiva. También series como How I Met Your Mother o The Affair han usado este recurso narrativo, en donde la verdad absoluta también es elusiva e inaprensible.

Fue Karl G. Heider quien llevó el efecto Rashomon a la antropología para explicar los “errores” etnográficos: las diferentes conclusiones a las que llegaban investigadores al reportar una misma cultura. Luego de Heider, diferentes disciplinas, como la filosofía, la psicología, el derecho, la epistemología o la historiografía, usaron el efecto Rashomon para declarar “empates” cuando en una disputa intelectual las versiones de los hechos son igualmente válidas. El etic es otro emic, aunque se enoje el fantasma etnocéntrico de Marvin Harris.

Aquello que reconocemos como verdad depende entonces de nuestra personalidad, nuestro sistema de valores, nuestra cultura y de una combinación de métodos de aprehensión de la realidad; esa nuestra verdad es tan diferente y tan verdadera como la de la subjetiva soledad de enfrente.

Quizá el efecto Rashomon no aplica a los medios de información, que en algunos casos mienten con toda la intención. O quizá sí, porque al final todos mentimos, y cuando lo hacemos, lo hacemos a propósito. Elegimos ciertos fragmentos de la realidad para narrar nuestro paso por el mundo, para echar chisme con el vecino o para tomar una selfie. Pero si quisiéramos hacer la película de nuestros tiempos, le fallaríamos al espectador contándola a partir de una sola fuente. De lo que no tengo duda es de que sabernos inmersos en el efecto Rashomon nos puede ayudar a entender al tío, la vecina, el colega, lxs compañeres y los adversarios.

Cierro este texto subjetivo con las palabras que pronunció un viejo amigo de la sierra Juárez de Oaxaca ante una asamblea que parecía interminable: “hay que empezar a asumir la posibilidad de que todos tengan razón”.

Compartir:
Cerrar