La séptima tortita

Columnas Plebeyas

Estaba el otro día muy aburrido. Observaba a mi gato, que no tiene problema alguno con el aburrimiento, simplemente lo vive plácidamente como un ser sabio. Así que dejé ir mi mente en sus vuelos pindáricos, tan frecuentes en el aburrimiento, pero también mientras se vive una gran relajación. No sé cómo llegué a pensar la estupidez humana, quizá porque acababa de ver un episodio de una serie policiaca en la que un agente muy estúpido, por su estupidez, acababa disparándole a su jefe por error, lo que lo llevaba a perder un riñón. 

Me fascina la estupidez, me parece un océano profundo en el que la variedad de las manifestaciones y de posibilidades es casi infinita. 

El economista italiano Carlo M. Cipolla escribió un libro que se llama Las leyes fundamentales de la estupidez humana, donde enumera las cinco leyes fundamentales de la estupidez humana (como bien se entendía del título). Son las siguientes:

1. Siempre e inevitablemente cada uno de nosotros subestima el número de individuos estúpidos que circulan por el mundo.

2. La probabilidad de que una persona determinada sea una estúpida es independiente de cualquier otra característica de la misma persona.

3. (Ley de oro) Una persona estúpida es una persona que causa un daño a otra persona o grupo de personas sin obtener, al mismo tiempo, un provecho para sí, o incluso obteniendo un perjuicio.

4. Las personas no estúpidas subestiman siempre el potencial nocivo de las personas estúpidas. Los no estúpidos, en especial, olvidan constantemente que en cualquier momento y lugar, y en cualquier circunstancia, tratar y/o asociarse con individuos estúpidos se manifiesta infaliblemente como costosísimo error.

5. La persona estúpida es el tipo de persona más peligrosa que existe. Y el corolario de la quinta ley dice así: el estúpido es más peligroso que el malvado.

Ahora, para una más puntual explicación de las leyes de Carlo M. Cipolla, les recomiendo la lectura de su libro, muy divertido y muy corto, apto también para los que se aburren con facilidad de los libros largos. 

Pero tanta estupidez me hizo recordar una historia que me contó hace muchos años un vendedor de pashminas que conocí una vez que me había perdido en las calles de Shimla, capital de Himachal Pradesh.

Es la historia de un hombre que vivía en un pueblito y era muy tonto. Un día tenía que viajar a otro pueblo, cercano, y durante el viaje le dio hambre. En el camino vio un puesto que vendía tortitas fritas de verduras. Como tenía mucha hambre compro ocho tortitas, buscó un rinconcito a la sombra de un árbol, se sentó y empezó a comer. Comió la primera tortita, luego la segunda, luego la tercera. Pero no se sentía satisfecho, así que devoró también la cuarta tortita, luego la quinta y la sexta. Pero su estómago no se sentía lleno. Entonces se comió también la séptima tortita. Esta vez, quién sabe por qué, repentinamente sintió que por fin la panza estaba llena. 

Así se dijo a sí mismo: “¡De verdad soy un idiota! Tenía que haberme comido desde el principio la séptima tortita, así no iba a desperdiciar las primeras seis. No volveré a cometer el mismo error. De ahora en adelante siempre voy a empezar por la séptima tortita”.

(Si me preguntan a mí, no sé nada de tortitas de verduras, pero para no equivocarme siempre empiezo a comerlas a partir de la séptima).

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