El pueblo mexicano y los procesos de reorganización

Columnas Plebeyas

Es bien sabido que los procesos de transformación de nuestra patria corren en paralelo con coyunturas de conflicto y reorganización mundial. La conquista significó la consolidación de Europa como la gran hegemonía mundial. La independencia se da cuando las potencias europeas empezaron a disputarse el liderazgo. La resistencia del presidente Benito Juárez y la Guerra de Reforma suceden mientras los Estados Unidos comenzaba a destacar como potencia emergente. La revolución mexicana es reconocida como la primera revolución social del siglo XX y se desarrolló mientras comenzaban a desbordarse aquellos ánimos expansionistas que verían su momento más álgido en la Primera Guerra Mundial. Es justo destacar la lectura geopolítica del general Lázaro Cárdenas, pues logró aprovechar las circunstancias de México frente a la Segunda Guerra Mundial para darle un gran impulso a la agenda plasmada en la constitución de 1917.

El momento en que nace la llamada cuarta transformación no podía ser la excepción. Tras cuatro décadas de neoliberalismo, la economía que más se fortaleció fue la China, que ahora mismo tiene el mayor mercado interno del mundo, la mayor capacidad productiva, los mayores avances en materia de innovación tecnológica y una red de alianzas, los BRICS —que compone junto a Rusia, la India, Brasil y Sudáfrica—, con economías emergentes que ya no están dispuestas a seguir sometidas al yugo occidental. Por su parte, Europa, con una población envejecida y acercándose peligrosamente a la recesión económica, entra en pánico y se deja llevar por los cantos del fascismo para atender su política doméstica, y por las élites estadounidenses que insisten en recargar su economía en el sometimiento del resto del mundo. Un absurdo para Europa, que está al borde de la recesión porque durante las últimas décadas basó su estabilidad económica en exportarle a China y consumirle recursos energéticos a Rusia. Declararles la guerra, armada o comercial, es un suicido colectivo.

Tras la invasión de Ucrania, la narrativa occidental tuvo cierta credibilidad: “Vladímir Putin, movido por una especie de nostalgia soviética, podría intentar expandir su dominio sobre algún miembro de la Unión Europea, y la mejor muestra de ello fue que decidió invadir Ucrania para impedir su adhesión a la OTAN (Organización del Tratado del Atlántico Norte)”.

Todo iba relativamente bien hasta que el sionismo decidió acelerar su proyecto de extinguir Palestina, es lógico, los sionistas ya vieron que la reorganización global está en puerta y si no logran aniquilar a los palestinos mientras occidente tiene el control, nunca lo harán. La crudeza, el cinismo y la vileza con la que están aplastando Gaza echó por la borda la mascarada occidental sobre el respeto a los derechos humanos.

Como respuesta a esta actitud de las autoridades israelíes, Sudáfrica ya interpuso una demanda por genocidio, Irán izó la bandera roja que anuncia venganza, en el mar Rojo el ejército de Ansarolá, conocido en occidente como los hutíes, bombardea buques de interés israelí, en sus declaraciones aseguran que no permitirán que pasen por su mar las armas que serán usadas para aniquilar a un pueblo hermano. Acción relevante porque es paso indispensable para llegar al Canal de Suez, por donde circula el 80 por ciento de la mercancía mundial. Mientras Israel comete crímenes de guerra, Estados Unidos le cuida las espaldas e intenta disuadir a los hutíes bombardeando Yemen. A hoy, 24 de enero, el paso por el Canal de Suez ha caído a los niveles de la pandemia, la presión inflacionaria vuelve a asomar la cabeza. 

En tanto, Joe Biden ha alcanzado niveles de popularidad similares a los de Xóchitl Gálvez acá, todo por su rol de complicidad en el genocidio palestino. Nuestro vecino sufre dos pandemias atroces, ambas son el reflejo más claro de la crisis social que vive el epicentro del hegemón occidental: las muertes por consumo de fentanilo y los asesinatos masivos. Estas crisis son provocadas por las industrias farmacéutica y bélica, que además son las que están detrás de las grandes decisiones de la casta política norteamericana. Cada día es más probable el regreso de Donald Trump a la presidencia, lo cual podría significar la relajación en los conflictos con Rusia, China y Medio Oriente, pero es un evidente foco rojo para México y toda Nuestramérica.

Ahora mismo en occidente son pocos los países que tienen gobernabilidad, México es uno de ellos. Contados con la mano quienes tienen crecimiento económico y bajos niveles de inflación y desempleo, México está ahí. Escasos los que le han apostado a incrementar el salario y a consolidar un Estado de bienestar, en ese rubro nuestro país está a la cabeza por mucho. Son unos cuantos los que no tienen conflictos significativos con otras naciones, México tiene acuerdos comerciales y relaciones de cordialidad con todas las regiones del orbe. En occidente no hay país que sume todos estos indicadores con la claridad que lo hace nuestra patria.

Mientras el acceso a los canales comerciales se está complicando por los conflictos en Medio Oriente y Ucrania, y por la sequía que sufre el Canal de Panamá, la 4T aporta la ruta del proyecto interoceánico, que, si bien no resuelve todas las necesidades comerciales del mundo, sí ayudará a bajar la presión que ahora sufre el comercio marítimo. En vez de sumar a los problemas, nuestro país ofrece soluciones.

A la luz de los hechos históricos es justo reconocer la inteligencia política del pueblo mexicano, que ha sabido aprovechar las coyunturas globales para avanzar en el mejoramiento de su calidad de vida y, por lo tanto, en la consolidación de un Estado de bienestar que vele por todas y todos. Esa inteligencia la supo reconocer Juárez cuando decidió defender la patria, llevándola por diversos rincones del país, siempre protegido por la gente. También Cárdenas cuando convocó al pueblo a defender y apoquinar para la nacionalización del petróleo.

Lo supo Andrés Manuel López Obrador cuando convocó a una insurrección pacífica que se reflejara en las urnas, cuando pidió paciencia por el desabasto de combustibles al inicio de la lucha contra el huachicol, cuando pidió tranquilidad, atender las instrucciones e ir a vacunarse para superar el COVID. Y lo sabe ahora que está a punto de presentar el último paquete de reformas constitucionales y con toda transparencia le propone al pueblo luchar por el plan C, que no es otra cosa que obtener la mayoría legislativa para aprobar esas reformas, porque es lo que le conviene a nuestra nación, que está en vías de convertirse en la décima economía mundial.

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