25N: la violencia contra las mujeres se reproduce desde las instituciones

Columnas Plebeyas

El Generalísimo: “Presidente Balaguer, tiene la suerte de ocuparse sólo de aquello que la política tiene de mejor —dijo, glacial—. Leyes, reformas, negociaciones diplomáticas, transformaciones sociales. Así lo ha hecho treinta y un años. Le tocó el aspecto grato, amable, de gobernar. ¡Lo envidio! Me hubiera gustado ser sólo un estadista, un reformador. Pero gobernar tiene una cara sucia, sin la cual lo que usted hace sería imposible. ¿Y el orden? ¿Y la estabilidad? ¿Y la seguridad? He procurado que usted no se ocupara de esas cosas ingratas. Pero no me diga que no sabe cómo se consigue la paz.”

La fiesta del chivo, Mario Vargas Llosa

En México, desde la “guerra sucia” existen antecedentes que documentan cómo la violencia contra las mujeres es sostenida, reproducida y legitimada desde las estructuras institucionales y estatales y, en muchas ocasiones, ha sido ordenada desde las más altas esferas de poder gubernamental patriarcal, como ocurrió con Artemisa Tecla Parra, luchadora social víctima de desaparición. Por ello, vale la pena reiterar la importancia de una fecha como la del 25 de noviembre, día internacional para la eliminación de la violencia en contra de las mujeres, que se conmemora a raíz de los feminicidios paradigmáticos de las hermanas Mirabal, ordenados durante la dictadura de Rafael Leónidas Trujillo en República Dominicana.

La violencia, en general, está generizada. Es decir, la violencia que se perpetra por hombres en contra de las mujeres no es la misma que aquella que se perpetra por hombres en contra de hombres; por ejemplo, las formas de ejecutarla, cuando la víctima es mujer, se encuentran notoriamente sexualizadas, esto tiene como función reforzar a través de medios sexuales el orden de género donde lo femenino se subordina a lo masculino. De alguna forma, el desarrollo del concepto teórico feminicidio es lo que intentó mostrar.

Históricamente han sido las mujeres que transgreden los mandatos de género las que han estado más expuestas a la violencia. Se trata de aquellas que se alejan, desde la visión androcéntrica, del prototipo de la mujer “femenina”, heterosexual, blanca o mestiza, de clase media o burguesa. Por esto se dice que el género binario y dicotómico constituye violencia o una matriz de violencia.

Si bien todas las mujeres podemos sufrir violencia por motivos de género, las posiciones de vulnerabilidad en un entramado de múltiples opresiones y desigualdades exponen más a unas que otras; por ello, los tipos y las modalidades de violencias contra las mujeres son diferentes de acuerdo con los contextos de tiempo, lugar, cultura, economía y política. No es trivial que los mayores índices de violencia contra las mujeres estén ubicados en los países de América Latina. Y aunque la violencia contra las mujeres es global e histórica, es necesario ubicarla en contexto: en términos generales, la violencia contra las mujeres por motivos de género no es la misma en México y Latinoamérica que la que ocurre en Europa occidental o en Oriente; autoras como Julia Monárrez, Jules Falquet y Rita Laura Segato, entre otras, han problematizado este asunto.

Desde los feminismos interseccionales postulamos que la violencia hacia las mujeres no puede explicarse de manera aislada y descontextualizada. Mucho se ha dicho sobre la necesidad de complejizar los análisis de género a partir de las categorías imbricación o interseccionalidad. Por ello existe una coincidencia con el planteamiento de Andrés Manuel López Obrador en cuanto a su crítica al régimen neoliberal, al crimen organizado y su relación con el contexto actual de violencia generalizada. Y es que la violencia contra las mujeres no sólo se encuentra atravesada por el género; y esta complejidad requiere de mayor atención y problematización para entender el fenómeno, si de verdad se quieren establecer estrategias efectivas que lo afronten. 

Los asesinatos de Las Mariposas no sólo fueron motivados por su fuerte postura ideológica y su militancia política opositora a la dictadura (patriarcal) de Trujillo. Ellas fueron víctimas de violencia feminicida y feminicidio, así como de abusos sexuales, encarcelamiento y torturas sexualizadas por no ser mujeres, por su resistencia, indocilidad y arrojo político. El 25N nos debe recordar que no podemos hacer análisis sin entrelazar género, raza y clase, así como sin dejar fuera contextos históricos económicos y geopolíticos. El género (sexismo), la raza (racismo) y la clase (clasismo) son ideologías o ficciones que si bien tienen efectos materiales no son naturales, ahistóricas, preculturales o presociales. El 25N nos debe concientizar sobre que la apuesta política desde los feminismos críticos tiene que ir más allá de estrategias que se limiten a responsabilizar a los individuos por la violencia directa que ejercen en contra de las mujeres. Es necesario develar cómo las estructuras institucionales, sociales y estatales legitiman y reproducen las violencias sexistas, clasistas y racistas, pues sólo de esa manera podremos salir del escollo al que nos lleva el pensamiento moderno liberal colonial (que es lineal, causalista y ahistórico) acerca del análisis de la violencia en contra de las mujeres.

Compartir:
Cerrar