El nueve de noviembre se cumplieron 33 años del inicio de la caída del muro de Berlín, símbolo que marcaría el final de uno de los procesos históricos y políticos más importantes del siglo XX: la Guerra Fría.
Bajo este pretexto de conmemoración, es necesario hacer un breve recuento respecto al desarrollo del Estado posterior al término de aquel evento, pues muchas de las problemáticas que hoy enfrentamos como comunidad nacional e internacional derivan de reformas que desmantelaron las capacidades del Estado en aras del crecimiento y universalización del modelo económico capitalista.
Toda vez que la Guerra Fría terminó, una fiebre de reformismo democrático y de instituciones estatales, orientadas a aumentar la participación individual en el ejercicio de gobierno y a disminuir la intervención del Estado en la vida pública, se apoderó de las agendas legislativas en muchos países, y México no fue la excepción.
No obstante, a raíz de este periodo reformador, la ilusión duró poco tiempo, pues si bien la participación ciudadana en la conformación gubernamental del Estado aumentó en términos generales de elección y representación, las capacidades de este disminuyeron en esferas clave para su subsistencia como institución y como pacto social garante de protección y seguridad hacia sus sujetos en calidad de súbditos y ciudadanos.
Ante ello, organismos de carácter no estatal, como asociaciones civiles, y de manera paralela grupos del crimen organizado fortalecidos por aquella ausencia del Estado por efecto de su proceso de reforma, comenzaron a llenar estos vacíos; a debilitar su proyección y legitimidad como vehículo efectivo de solución de problemas individuales y colectivos, y a cuestionar su viabilidad actual.
Por lo tanto, se presentan dos soluciones. En primer lugar, podemos comenzar a reflexionar seriamente si es posible generar nuevos entramados institucionales que busquen generar un modelo alternativo al estatal para recuperar estos vacíos, específicamente los llenados por toda actividad ilegal, que regresen la confianza y legitimidad a estas instituciones de gobierno postestatales, por medio de la atención efectiva a las demandas de la mayoría de la población.
Y en segundo lugar, también es posible pugnar por una reversión de todo este proceso de reformas estatales posteriores a la Guerra Fría, mediante refortalecer al Estado como único garante de las necesidades básicas de la vida en sociedad, como seguridad social, pública o alimentaria entre muchas otras.
Independientemente de lo elegido, es preciso hacerlo pronto, pues los problemas no esperan y son acumulativos.