La agenda de innovación social de la 4T

Columnas Plebeyas

El concepto de innovación social surge durante las décadas de 1960 y 1970. de la mano de movimientos sociales que reivindicaban la autonomía y la capacidad de las comunidades para abordar y dar solución a sus propios problemas. Este desplazamiento surge en un contexto en el que, desde la izquierda, se criticaba la excesiva burocratización de la vida cotidiana a la que había empujado el desarrollo del Estado de bienestar de posguerra.

A partir de entonces y de manera muy paulatina la agenda de innovación social ha cobrado un mayor protagonismo a nivel global, siendo promovida en distintos instrumentos internacionales. Así, por ejemplo, la Carta Iberoamericana de Innovación en la Gestión Pública, aprobada por la representación de 23 países en 2020, establece la obligación de la administración pública de generar procesos de participación social y favorecer los de autoorganización comunitaria.

En el mismo sentido, el Foro de Nueva Economía e Innovación Social promueve en sus encuentros una plataforma que busca generar las condiciones para el surgimiento de una economía cooperativa que tenga como fin el bien común y que no responda a la búsqueda de ganancias monetarias.

La innovación social plantea procesos de creación colectiva en los que los miembros de una determinada colectividad instituyen nuevos formatos de organización con el objetivo de generar respuestas a sus problemas. Recuperando el sentido original de la democracia, se promueve la participación de la colectividad en el manejo de sus asuntos. Desde este paradigma se afirma que la administración pública debe convertirse en un factor de innovación social, entendiendo al gobierno en sus diversas escalas como un espacio de encuentro y coordinación de actores sociales dispuestos a cooperar para generar respuestas a los problemas de su entorno social.

En México la agenda de innovación social está en ciernes y la llegada de la llamada cuarta transformación en 2018 ha ofrecido un área de oportunidad para su desarrollo. Programas como Sembrando vida o Altépetl Bienestar, en la Ciudad de México, son un claro ejemplo de innovación social. En ellos, el gobierno vincula el apoyo económico a emprendimientos agroforestales a procesos de organización comunitaria.

Los Puntos de Innovación, Libertad, Arte, Educación y Saberes (Pilares), impulsados por el gobierno capitalino de Claudia Sheinbaum, o las Utopías de Clara Brugada en Iztapalapa, son también ejemplos de innovación social. Estos espacios se conciben como un impulso a la vida comunitaria de esos centros urbanos, poniendo en valor los espacios públicos en la ciudad.

Otro ejemplo de esta agenda son los Nodos de Impulso a la Economía Social y Solidaria promovidos por el Instituto Nacional de Economía Social. Estas alianzas territoriales reúnen a cooperativas, organismos públicos e instituciones de educación superior con el fin de apuntalar procesos de innovación.

La agenda de innovación social es uno de los puntos más interesantes de las políticas públicas de la llamada 4T. De cara a un nuevo periodo de gobierno, es necesario impulsar esta agenda con mayor fuerza para que ocupe un lugar más central en el debate público sobre el rumbo del país.  

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