¿Alguna vez se han preguntado por qué es tan difícil erradicar el machismo, por qué a pesar de los avances en materia de género sigue habiendo feminicidios, violaciones, trata de mujeres, acoso, abuso, desigualdad y violencia, por qué a pesar de que hoy en día contamos con mayores recursos legales y herramientas institucionales, seguimos viviendo en una sociedad machista?
El machismo tiene raíces muy profundas y maneras multiformes de manifestarse que son difíciles de ver; es el resultado de un sistema que ha subsistido por años y que ha derivado en prácticas que colocan a las mujeres en una posición de subordinación y desigualdad.
La violencia contra las mujeres está sustentada, entre otras cosas, en estructuras culturales e institucionales. Es decir, se encuentra en el humor y los chistes que decimos, en los refranes y dichos populares, en el lenguaje que excluye, en el arte, el cine, la literatura, la música, la poesía, la publicidad y la industria cultural que reproduce estereotipos sexistas y una ideología machista, en la educación sentimental y la religión, que refuerza los roles de género, en la forma de escribir la historia, que excluye la participación de las mujeres, en las prácticas familiares que reproducen lógicas patriarcales, en la perspectiva androcéntrica de la medicina y, en sí, de todas las ciencias, en el sistema económico que de origen omitía a las mujeres, en la función pública que con trabajo transversaliza la perspectiva de género, en la impartición de justicia, que no da respuesta a víctimas y con su impunidad refuerza las conductas machistas. En fin, en todo eso y más hay un machismo presente y a la vez ausente, porque se invisibiliza, o sea que se normaliza, se acepta y se naturaliza.
Del machismo no se salva nadie, ni el hombre más letrado, ni las mujeres más empoderadas, incluso ni las propias feministas; porque el machismo es la forma de ser y estar que conocimos desde que nacimos. Desarraigarlo de nuestra praxis es una tarea constante, cansada y con costos sociales contundentes. Erradicarlo significa pensarnos desde otras lógicas, desde otras formas de relacionarnos e incluso de concebir todo lo que hemos aprendido.
Ningún espacio de acción es pequeño y ninguna medida es suficiente. Todas las personas tenemos la responsabilidad de erradicar el machismo de nuestras vidas, tomarnos con seriedad el cambio del sistema patriarcal: nos necesitamos para la transformación y para poder vivir en un mundo más justo.