El grave error de tratar a Milei como conservador

Columnas Plebeyas

Buenos Aires. Las izquierdas siempre se andan peleando. En vísperas de una de las elecciones más contenciosas de su historia moderna, la izquierda argentina está sorprendentemente de acuerdo: Sergio Massa —lo ames o lo odies— es una opción infinitamente mejor que Javier Milei.

Massa representa para millones una última defensa. Una defensa de la diversidad, una defensa del Estado, una defensa de la democracia. Por eso me sorprendió mucho oír la retórica de estos diversos izquierdistas en una conferencia, describiendo, sobre todo, al candidato de La Libertad Avanza como un “retroceso”.

Milei, candidato presidencial que se autodescribe anarcocapitalista, no cree en mucho más que el derrocamiento del Estado. No es que las izquierdas no hayan identificado una verdadera amenaza en él, sino que su problema es más bien uno de dislocación estratégica: lo ubican como una amenaza, pero no lo abordan como la que es.

A unos kilómetros de la línea que divide a la Ciudad Autónoma de Buenos Aires de la provincia homónima (una dinámica bastante parecida a la de la Ciudad y el Estado de México) diputadas y ministros nacionales se juntaron en la Universidad de San Martín para celebrar los “40 años de democracia ininterrumpida”. 

En ese bastión del peronismo, después de subrayar cuántas universidades había abierto la izquierda y cuántas había cerrado el conservadurismo, Jaime Perczyk, titular del Ministerio de Educación de Argentina, preguntó si vamos para atrás o vamos para adelante. 

Era la pregunta equivocada; una para otra época. Una en la que el conservador Mauricio Macri era el oponente principal del peronismo y proponía, cuando fue presidente entre 2015 y 2019, la austeridad como la principal solución a los mayores problemas de la nación.

Ya no estamos entre 2015 y 2019. La sugerencia de destruir el Estado está en una categoría completamente separada a las propuestas de limitarlo. Aunque detesten considerarse así, las kirchneristas más rojas, pasando por los pro-Massa más tibios y llegando a los macristas más neoliberales, son parte de un mismo espectro político: uno que debate ferozmente qué tan involucrado debería estar el Estado en nuestras vidas. 

La propuesta de Milei, por su parte, es otra cuestión por completo. Cuando, después de apoyarlo para la segunda vuelta electoral, Macri agregó que discutirá sus diferencias con él en el congreso, no se dio cuenta de que está cometiendo el mismo error que la izquierda: reformar al Estado es un proceso que requiere conciliación y acuerdo. Su destrucción como lo propone Milei es mucho más fácil. Con simplemente abdicar a ejercer desde el ejecutivo, él como presidente podría desaparecer grandes porciones del Estado argentino. Las calamidades que seguirían son inmedibles, pero no por eso deberían los oponentes de este libertarianismo evitar considerar los peores escenarios y planteárselos a la sociedad; no como un retroceso, sino como el desastre que bien podría ser.

Hablando con personas desde San Martín de los Andes, en el sur, hasta la capital del país, queda claro que Milei está ganando la batalla de la información, convenciendo a grandes partes del país que más vale quemarlo todo que seguir en una constante crisis a fuego medio.

Irónicamente, el voto verdaderamente conservador debería ir a Massa. Es un voto por el precepto más básico del conservadurismo de Thomas Hobbes. Un conservadurismo que concede que sí, la autoridad del Estado conlleva una cesión de libertades, pero es una que nos salva de vivir vidas feas, brutales y cortas.

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