Economía feminista, cuidados, Pilares y Utopías

Columnas Plebeyas

Este año, el premio Nóbel de economía se otorgó a Claudia Goldin, cuyo trabajo se ha enfocado en encontrar las causas de la brecha salarial de género. De acuerdo con sus investigaciones, los menores salarios que reciben las mujeres no se deben, en la mayoría de los casos, a discriminación abierta, sino a la división sexual del trabajo reproductivo, casi siempre no remunerado, como factor estructural que recae principalmente en ellas. El mecanismo de discriminación estructural es más sutil: se paga mejor a quienes están disponibles durante más tiempo, aunque no necesariamente sean los más productivos —como dicta la economía neoclásica— y quienes tienden a tener más tiempo disponible son los hombres, por no estar a cargo de los cuidados. En cambio, las mujeres tienden a escoger, en primer lugar, profesiones relacionadas con los cuidados, como la enfermería, puericultura y docencia, y que, aunque juegan un papel fundamental en la reproducción de la fuerza laboral, no son las mejor remuneradas. En segundo lugar, tienden a escoger trabajos de medio tiempo o con la flexibilidad suficiente para llevar a cabo los cuidados no remunerados, con un costo en un menor salario. 

Hace algunas semanas, el Instituto Nacional de Estadística y Geografía (Inegi) mexicano publicó los resultados de la primera edición de la Encuesta Nacional para el Sistema de Cuidados. Para sorpresa de nadie, arrojó que tres cuartas partes de las personas cuidadoras son mujeres. La mayor parte de las personas susceptibles de recibir cuidados son menores de edad —35.7 millones—, seguidos por los adultos mayores de 60 años —17 millones—y 5.6 personas con alguna discapacidad o dependencia para llevar a cabo sus actividades cotidianas. Ocho de cada 10 niños y adolescentes tienen necesidad de que los lleven a actividades extracurriculares. La mitad de los adultos mayores señalaron que quieren asistir a educación especial, actividades de estimulación, manualidades u otras. Una cuarta parte de las personas con discapacidad o dependencia requiere de apoyo para ser llevada a una residencia de día o para ir a una escuela de educación especial.

Los principales impactos sobre la salud de las personas cuidadoras son la fatiga, pérdida de sueño, irritabilidad y depresión. Las principales afectaciones sociales son no tener tiempo libre y no poder estudiar algún oficio o carrera. Cuatro de cada 10 mujeres cuidadoras que no están económicamente activas desearían tener algún trabajo que les genere ingresos, pero siete de cada 10 no tienen a alguien más que las apoye en el cuidado de la persona que tienen a su cargo.

Además de avanzar en derechos laborales que disminuyan la brecha de género, como licencias de maternidad y paternidad de igual duración, iniciativas como los Pilares en la Ciudad de México y las Utopías de la alcaldía Iztapalapa contribuyen a cubrir la demanda de cuidados y disminuir la carga no remunerada que recae mayoritariamente sobre las mujeres. En los Pilares se ofrecen talleres de fotografía, video, artes plásticas, muralismo, hip hop, vogue, teatro, artes digitales, música, oficios, entre otras opciones. En las Utopías, además, se pueden tomar clases de natación, gimnasia olímpica, box, espacios para patinar de manera segura en concreto y hielo, muros para escalar, canchas para varios deportes, danza prehispánica, entre otras posibilidades. Además, cuentan con lavanderías y comedores comunitarios a precios accesibles para aminorar también los trabajos de cuidados. Una política que busque la liberación femenina debe pasar por la expansión de este tipo de espacios no sólo en la Ciudad de México, sino en todo el país.

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