Después de Rafah

Columnas Plebeyas

Este 7 de mayo, cumplidos siete meses de iniciado el conflicto entre Israel y Hamás en la Franja de Gaza, fuerzas militares israelíes cortaron el principal camino de abastecimiento a la ciudad de Rafah, situada al sur de la región y en la frontera noreste de Egipto, y se registraron combates aislados para arrebatar el control en este último reducto al grupo extremista islámico.

Ante ello, el principal patrocinador militar de Israel, Estados Unidos, advierte el “cruce de una línea roja” si el gobierno de Benjamín Netanyahu opta por tomar por la fuerza la ciudad. Dada la nula respuesta y la falta de sanciones concretas regionales e internacionales hacia Israel ante el asesinato de más de 35 mil civiles desde el inicio de su intervención militar, en octubre del año pasado, es altamente probable que Rafah siga el mismo destino de destrucción y aniquilación humana y material que ya sufrieron otras ciudades de Gaza.

En el sentido anterior, Netanyahu y los mandos militares de Israel consideran que al tomar este sitio, la eliminación de Hamás como amenaza a la seguridad estatal sería un hecho casi consumado, y con esto la operación militar podría declararse como culminada en sus objetivos establecidos desde que inició este conflicto.

Sin embargo, esto también puede ser un error de cálculo considerable, ya que mientras Hamás mantenga contactos fuera de Gaza, hacia Egipto, Líbano y Siria, principalmente alimentados en armamento y unidades por Irán, Israel necesitaría blindar completamente sus fronteras con soldados para cortar definitivamente, o al menos intentar en la medida de lo posible, el apoyo a sus adversarios en territorio palestino, y esto evidentemente supone un mayor gasto financiero, junto con la expansión de la zona de operaciones militares a todo el perímetro nacional.

Ello no solamente significaría que la operación militar se encuentra lejos de terminar, sino que, a partir de lo observado durante los últimos meses, las fuerzas de defensa de Israel han tenido que luchar una guerra de desgaste continuo en tierra contra Hamás, por aire contra Hezbolá en Líbano, y de manera más reciente contra Irán con los peligrosos intercambios de misiles y otras armas aerotransportadas entre Teherán y Tel Aviv.

Mientras todo esto ocurre, la presión interna se acumula y, de realizar una incursión militar en Rafah, Hamás vería terminada por el momento toda disposición de negociar por parte de Israel, y podría asesinar a los rehenes capturados ante un inminente riesgo de pérdida de la guerra, lo que supone un negativo escenario nacional para el gobierno de Netanyahu, pues esto, y luego de meses de supuestas negociaciones, será menos que bien recibido por la población.

Finalmente, en el ámbito externo, y con las protestas en diferentes lados del mundo a favor de un cese de hostilidades entre ambas partes por parte de actores estatales y sociales, Israel ha sufrido un daño considerable a su imagen internacional, y mientras el problema se prolongue ante una obstinación de ambas partes por un triunfo bélico contundente, no queda más que establecer que después de Rafah la muerte, destrucción y terror en Palestina e Israel tristemente seguirán su curso.

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