La reforma judicial y la circuncisión

Columnas Plebeyas

En los tiempos del cristianismo primitivo, de Pablo, Lucas y Mateo, de Pedro y Juan, había grupos diferenciados librando debates delicados. Se trata de una época de gran efervescencia teológica, de argumentos intrincados y divididos; de luchas lógicas sobre Dios que se expresan en grupos definidos y contrapuestos. Se trata de grupos —parecidos a los partidos políticos de nuestro tiempo— que podrían reunirse en tres grandes posturas: los gnósticos, los judeocristianos y los que a la postre triunfaron en el cristianismo, los grupos paulinos.

Es muy interesante ver la lógica en que se diferenciaban entre sí, puesto que, tras dos mil años, hay estructuras que se repiten. Las divisiones políticas de nuestros días son un poco más concretas; los grupos políticos de izquierda en nuestro tiempo amplían derechos y defienden, por ejemplo, apoyos económicos universales; pero en aquella época estaban en disputa las condiciones de la salvación; es decir, no eran asuntos menores. 

Uno de los debates giraba alrededor del Bien y el Mal, así, con mayúsculas. El grupo de los gnósticos cristianos sostenía que el Dios de la Biblia era un impostor; no refutaban la verdad bíblica, pero afirmaban que había un conocimiento oculto con el cual interpretarla, y desde dicho conocimiento Jahvé se revelaba como el padre, pero el padre del desastre. Para los gnósticos Jahvé era el padre del universo, pero para ellos todo en el universo estaba mal, hasta los mosquitos representaban una muestra de la estupidez de Dios. 

Los gnósticos desaparecieron alrededor del siglo IV de nuestra era.

Otro grupo debatía sobre la Ley. Menos extremistas que los gnósticos, no discutían de la bondad o malignidad de Jahvé, simplemente sobre la posición frente a la Ley mosaica, ya que su obligatoriedad era contradictoria con la idea de que la fe en Cristo fuera suficiente para la salvación. La disputa de este grupo paulino implicaba la inserción de los paganos a la religión judía. De un lado, pues, estaba la defensa de la Ley mosaica y, con ella, la exclusión de los incircuncisos, y del otro lado estaba la defensa de una nueva Ley y, con ella, la inclusión de los paganos a la fe en Cristo. 

El tema central del cumplimiento de la Ley mosaica era la circuncisión. Pablo defendía que la verdadera circuncisión era la del espíritu y el grupo judeocristiano sostenía que era indispensable el cumplimiento de la antigua Ley para entrar a las sinagogas. Aunque al hablar de Ley mosaica se habla también de los alimentos prohibidos y de las festividades, el tema álgido en el debate era la circuncisión. Hoy en México el debate central es el voto popular; hoy, lo que provoca sospecha, como el incircunciso del siglo I y II después de Cristo, es que el pueblo vote a jueces y ministros. Lo que discutía Pablo en torno a la Ley y su relación con la fe en Cristo hoy se discute en torno a la Ley y su relación con el saber del pueblo. Se trata del mismo proyecto, aunque en ámbitos completamente distintos, se trata del debate sobre la inclusión de los paganos y la igualdad radical que implica esta propuesta.  

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