Uno de los grandes logros de Andrés Manuel López Obrador es, sin duda, haber contribuido al despertar de las conciencias de un amplio sector de los mexicanos. La oposición lo acusa de haber abonado a la polarización del país, pero lo que la derecha señala como un defecto en realidad es una de sus más importantes conquistas: haber contribuido a la formación de una sociedad cada vez más politizada, mucho más crítica ante el acontecer político nacional, incrédula de la desinformación de los medios de comunicación y de la manipulación de las fake news difundidas a través de las redes sociales.
Este logro se debe en gran parte a las conferencias mañaneras, donde el presidente, desde el principio de su sexenio, ha estado poniendo a debate diversos temas, que han pasado de estar a la sombra del desconocimiento o de la indiferencia general a volverse asuntos de discusión y de interés para la ciudadanía. A lo largo de estos casi seis años, López Obrador ha marcado la agenda.
La oposición, en cambio, ni aun con el apoyo de los medios de comunicación, ha podido tener el control de la narrativa de los hechos relevantes. Ninguna de sus estrategias ha tenido una repercusión significativa. La lista de mentiras que crearon para avivar el encono social es muy larga, giran en torno al abasto de medicamentos, el Tren Maya, el aeropuerto de Santa Lucía, los hijos del presidente, el coronavirus, la supuesta militarización del país, los libros de texto, entre muchos otros.
Para mermar, aunque sea un poco, la aprobación del presidente y el apoyo hacia la llamada cuarta transformación tampoco les sirvieron el uso político de tragedias como el huracán Otis, la supuesta defensa del Instituto Nacional Electoral (INE) y de la democracia, el golpeteo de los falsos activistas, los reportajes calumniosos de Latinus o las supuestas filtraciones de Guacamaya Leaks.
Una muestra de lo infructuosos que fueron sus esfuerzos por generar desconfianza y rechazo en la gente son los resultados de las elecciones del 2 de junio, en las que el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) ganó en gran parte del país. A pesar de la incesante acometida por parte de los voceros de la oposición, la gente votó por la continuidad de la 4T y por el plan C en materia judicial.
No obstante, en cierto sector de la población que comulga con la derecha o que tiene aversión por todo lo relacionado con el mandatario, este cúmulo de falsedades sí ha encontrado eco. Hay quienes, a pesar de que nunca se cumpló durante el sexenio ninguna de las predicciones catastróficas que hizo la oposición —como la caída del peso frente al dólar o la disminución de la inversión extranjera—, viven con un auténtico temor —por no llamarlo psicosis— de que México se vuelva una dictadura, que se termine con la propiedad privada, que nos convirtamos en Venezuela. Incluso hay quienes creyeron el absurdo rumor de que la futura presidenta, por ser de origen judío, haría forzosa la circuncisión.
Debido a que las conferencias mañaneras han sido una forma de combatir la desinformación y de despertar la conciencia política de la sociedad mexicana, deberían seguir siendo la estrategia de comunicación de la 4T en el gobierno de Claudia Sheinbaum. El mejor antídoto contra la desinformación de los medios de comunicación y de los montajes de la oposición siempre será una población crítica, capaz de cuestionar, de analizar la información.
Ante su estrepitoso fracaso, la derecha amenaza con radicalizarse, con mostrarse con su verdadera cara reaccionaria. En este posible panorama, para garantizar la continuidad de la transformación del país es fundamental mantener el despertar de las conciencias más vivo que nunca.