El muro de Pejerlín. Así nombraron numerosos simpatizantes de la oposición el fenómeno electoral de la Ciudad de México allá por 2021, cuando el mapa —con alcaldías gobernadas por el Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) al oriente y por los partidos Acción Nacional (PAN), de la Revolución Democrática (PRD) y Revolucionario Institucional (PRI) en el poniente— parecía haber quedado dividido justo por la mitad.
Eso se volvió un símbolo de la narrativa opositora, pues alentaba su discurso de la supuesta polarización y del alejamiento de las clases medias del morenismo. El discurso también se reforzó con las declaraciones del presidente Andrés Manuel López Obrador, quien entonces dijo que la Ciudad de México se estaba derechizando. Con base en esos hechos, se introdujo el miedo entre las filas de Morena de que era posible perder la ciudad. Muchos llegamos a pensar seriamente que un triunfo del criminal de cuello blanco Santiago Taboada Cortina era posible. Ante una derrota anticipada de Xóchitl Gálvez era notorio que la oposición apostaba muy fuerte por su candidato en la capital. También, hay que decirlo, fuera de sus evidentes problemas de corrupción, Taboada no fue un mal candidato en términos de debate, comportamiento y discurso.
Si bien las encuestas más serias y confiables le daban una buena ventaja de 10 puntos a Clara Brugada, los factores mencionados previamente contribuyeron a que el capitalino saliera a votar en un clima de incertidumbre, sin saber del todo si su participación iba para una ganadora o un perdedor. Pero esa fue también una sensación que impulsó a la gente, por ambos lados, a salir a las urnas: con una participación de casi el 70 por ciento, según el conteo previo de la autoridad electoral local (IECM), nuestra ciudad tuvo diez puntos porcentuales más de participación que el promedio nacional.
Y los resultados favorecen por un amplio margen a la coalición compuesta por Morena, el Partido del Trabajo (PT) y el Verde Ecologista (PVEM): no sólo Clara Brugada se impuso con casi 13 puntos porcentuales, también se tuvo una excelente votación para el congreso local, donde se obtuvieron 27 distritos contra apenas seis del PRIANRD.
En las elecciones para el congreso federal se ganaron 18 de 22 distritos. Y ni se diga en las alcaldías, donde se logró recuperar una buena parte de lo perdido en 2021, ya que Morena y aliados ganaron 11 de 16.
¿Todo esto significa que hubo un error de diagnóstico? ¿Que la ciudad nunca estuvo en peligro de caer en las garras de la derecha? En parte sí. En primera instancia porque la caracterización de la ciudad como oriente popular/poniente acaudalado no es más que una caricatura, ya que el poniente se encuentra plagado de colonias populares. Además, si bien la oposición llegó a gobernar nueve alcaldías entre 2021 y 2024, más de la mitad, eso no significaba que gobernaran a la mayoría de la población, pues en realidad sus nueve alcaldías representaban menos del 48 por ciento de los capitalinos.
En la ciudad, el PRD fue clave para ganar ciertas alcaldías en 2021, sin embargo, en 2024 perdió importantes figuras y le llegó su acta de defunción. Exceptuando algunas redes específicas en ciertos territorios, su apoyo ya no contó.
En resumen, la narrativa que instauraron los medios masivos de que la Ciudad de México, bastión histórico de la izquierda mexicana en general y Morena en particular, corría el riesgo de caer en manos de la derecha, se trató más de impresiones a primera vista que de un estudio fundado en datos. Esa narrativa fue aprovechada por la derecha en estas elecciones, hubo una impresión de riesgo real, pero se quedó en nada. Algunos dirán que la izquierda recuperó la Ciudad de México. Pero en realidad nunca la perdió.