Como siempre, el gobierno estadounidense insiste en que México debe desmantelar a los cárteles de drogas. Poco realistas y bélicos, los republicanos ultraderechistas aspirantes a la presidencia norteamericana en 2024 y sus correligionarios en el congreso hasta exigen invadir el territorio mexicano y lanzar misiles para destruir a esas organizaciones del trasiego de drogas. Alegan que eso resolvería el problema en Estados Unidos causado, según ellos, por los cárteles que envían fentanilo, poderoso opioide sintético, al país angloparlante.
Pero los políticos belicosos no admiten que el principal responsable del problema está en su país. Los que ingresan el fentanilo a Estados Unidos generalmente son ciudadanos suyos ayudados por funcionarios corruptos en sus garitas fronterizas. Es más, los culpables directos de que las drogas abunden allá y lleguen a sus consumidores son los cientos de cárteles estadounidenses y miles de narcomenudistas, principalmente de origen anglosajón y afro, que compran, transportan, distribuyen y venden los narcóticos en suelo estadounidense.
Además, el fentanilo entra no sólo por México, sino por todas las fronteras estadounidenses, proveniente de Canadá, India, China y otros países; incluso puede comprarse en línea y recibirse por correo y mensajería. Y en caso de que no pudiera importarse, podría producirse en el mismo Estados Unidos.
Pese a todo, los ultraderechistas no admiten que la estrategia para reducir la oferta externa de drogas y desmantelar cárteles es contraproducente y un rotundo fracaso. Esto porque entre 2006 y 2016 los estadounidenses gastaron los que serían unos dos mil 700 millones de pesos mexicanos en drogas ilícitas, lo que los confirma como los mayores consumidores y a ese país como el mercado negro de drogas más lucrativo del mundo. Atraídos por este imán, los cárteles se reconstituyen y multiplican. Los cultivos y laboratorios también. Peor aún, esta estrategia ha contribuido a la existencia de cientos de miles de muertes en ambos lados del río Bravo.
Por ende, en vez de culpar a México, Estados Unidos debe priorizar la reducción de su demanda de drogas con medidas de salud pública y contemplar la despenalización y regularización de algunas de ellas. También debe reducir el tráfico de sus armas, que precisamente empoderan a los cárteles en México.