Diez años frenando a Monsanto

Columnas Plebeyas

Hace una década, con condiciones políticas mucho más adversas que ahora, cuando estábamos cruzando el desierto, cuando no habían decretos presidenciales para defender nuestro maíz y en contra del glifosato, ni declaraciones contundentes del titular del ejecutivo federal en defensa de nuestro patrimonio biocultural; cuando el entonces gobierno federal y las empresas trasnacionales eran un mismo ser; cuando cabilderos profesionales intentaban convencer de los “milagrosos beneficios” de los transgénicos; cuando ya se saboreaban en conjunto los jugosos negocios que traerían aparejados y tras de sí sus políticas neoliberales; cuando no había luces de distinción entre unos y otros; cuando estaba aparentemente todo en contra, entonces, un grupo amplio y diverso de personas se organizó, consciente de lo que se jugaba los próximos años, sin otro interés que defender al campo, la biodiversidad, las semillas en manos campesinas, los maíces nativos y los derechos de las próximas generaciones.

Esta vez, por vía judicial.

El 5 de julio de 2013 se interpuso una acción colectiva ante la justicia federal que iniciaría un largo y exitoso juicio que cumple diez años: una década que sabe a celebración y alegría, pues gracias a la lucha y el trabajo ininterrumpido de sus héroes y heroínas casi anónimas se ha logrado mantener suspendida la liberación de permisos de siembra de maíces transgénicos en México. En palabras cristianas, desde hace 10 años, gracias a los resultados de este juicio, ¡sí, así como se oye!, en México está prohibida la siembra de maíz transgénico, por lo menos en su fase comercial. Dicho de otra manera, desde entonces si se llegase a sembrar maíz transgénico en territorio mexicano se haría bajo desacato judicial. 

Diez años de una demanda colectiva emblemática en el mundo entero —de ese tamaño es el asunto— que, librando cientos de recursos e impugnaciones, ha logrado frenar las intenciones oscuras de apropiación de las semillas mexicanas en manos de las trasnacionales, responsables de contaminar bienes comunes, como el agua y la tierra, con el herbicida glifosato, ligado a la siembra de organismos genéticamente modificados y que provoca múltiples menoscabos.

Diez años resistiendo con alegría y demostrando que nos asiste la razón, la ética y el mandato de muchísimas generaciones campesinas e indígenas que han sostenido nuestros maíces sagrados y el sistema milpa, ese modelo agrícola y alimentario con múltiples beneficios para la salud de los humanos y de la tierra. 

Diez años combatiendo las mentiras, la desinformación y la tergiversación de datos, diez años convenciendo a decenas de juzgadores, en todas las instancias, hasta que el 2021 la Suprema Corte de Justicia de la Nación dio la razón de manera definitiva a la colectividad para que se mantuviera la medida cautelar, gracias a la cual se ha sostenido la prohibición de siembra de maíces transgénicos. 

Diez años y contando en espera de la resolución que, de manera definitiva, con una sentencia a nuestro favor, concluya el juicio. 

Suena a pocos años, ¿o muchos?, pero estamos seguros de que en un tiempo incluso los juzgadores que han resuelto en contra nuestra, incluso los empresarios y los abogados de la contraparte y sus hijos van a agradecer esta lucha.

Larga vida y especial agradecimiento y reconocimiento a la hermosa colectividad que durante estos diez años, con profunda convicción y librando -no pocos obstáculos- y suficientes pesares para abandonar la lucha, han mantenido con vida la llama de la esperanza en el porvenir.

¡Salud!

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