Ucrania, más allá del campo de batalla

Columnas Plebeyas

El 24 de febrero de 2022, el conflicto en las regiones ucranianas de Donetsk y Lugansk escaló a un nivel no visto desde hace ocho años: Rusia decidió intervenir entre un acuerdo de asistencia militar firmado con los líderes de las autodenominadas Repúblicas Populares de ambas regiones.

En el caso particular de este evento bélico, ocurrido a las puertas de la Organización del Tratado del Atlántico Norte (OTAN), brazo armado de Estados Unidos en Europa, los gobiernos europeo y estadounidense, lejos de adherirse a los Acuerdos de Minsk II firmados en marzo de 2015 y apelar por una solución pacífica al problema, desencadenaron una respuesta económica e ideológica (por medio de sus vastos conglomerados mediáticos, desde la British Broadcasting Corporation (BBC) hasta Eurovisión, por mencionar algunos) de cerco hacia Rusia para hacerla desistir de su participación en la guerra.

Lo anterior bajo una falsa premisa de superioridad económica y de influencia mundial respecto a Rusia, que a lo largo de estos últimos casi cuatro meses parece tener importantes efectos negativos en la esfera euroatlántica y mundial.

Esto por la sencilla reconfiguración económica mundial posterior a 1991, también llamada globalización, que dividió principalmente a las economías nacionales en dos grandes campos: los proveedores de materias primas y energéticos (como Rusia) y los manufactureros (como Europa y Estados Unidos), que necesitan de los primeros para hacer funcionar no sólo su aparato productivo, sino también su sector terciario de servicios y tecnologías de la información.

Dado lo anterior, y luego de una recuperación lenta tras el fuerte freno multisectorial experimentado en 2020 y 2021 por la pandemia de COVID-19, con esta nueva disrupción en la economía internacional el bloque de las llamadas democracias occidentales ha puesto de nuevo en el centro del análisis su capacidad de liderazgo mundial responsable. Y ha mostrado que siguen conservando, independientemente del neoexpansionismo ruso, un apetito no suprimido por la guerra bajo otra falsa premisa de superioridad militar cobijada por el vasto aparato bélico estadounidense.

Esto me lleva al último punto, que podría resultar esperanzador según la perspectiva: lejos de sucumbir bajo el peso de las sanciones, herramienta predilecta de la Unión Europea y Estados Unidos, Rusia ha sabido manejar en el campo militar y económico los desafíos planteados por el gobierno títere de Volodímir Zelenski, presidente de Ucrania, y sus aliados temporales en Bruselas.

Ello no solamente muestra que el papel euroestadounidense en el mundo ya no es el mismo que tenía a finales de 1991, cuando la unipolaridad política internacional era palpable, sino que ahora la multipolaridad es un hecho ineludible, tendencia que configura una realidad cada vez más posible y generalizada hacia el futuro.

Aunque algo sí es claro totalmente: todos pierden con una guerra. Pero en este caso, unos pierden más que otros.

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