El Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) vive un momento crucial en su joven trayectoria. Este 2023 se elegirá a quien ocupe la candidatura para representar al obradorismo en la elección presidencial del año entrante. Con la competencia entre las dichosas “corcholatas” ya echada a andar, la dirigencia del partido deberá promover los acuerdos mínimos para que la discusión entre los interesados no ponga en riesgo una muy necesaria unidad.
Y es que el desafío de 2024 no sólo es ganar, sino hacerlo con un margen suficientemente amplio para asegurar la gobernabilidad y la viabilidad de la transformación iniciada en 2018. Así lo marca la intransigencia de la oposición, entrampada entre consignas maximalistas que interpretan toda acción tomada por los gobiernos morenistas como un “ataque a las instituciones”, reiteración poco innovadora de la campaña sucia de 2006. La unidad del oficialismo es, así, una condición necesaria para darle sustentabilidad política al proyecto de la transformación, independientemente de quién lo encabece.
Bajo esta lógica, parecería claro que es de interés de todos que el debate interno se dé dentro de cierto marco. Pero la política es pasión y la institucionalización del movimiento es todavía un proyecto por construir. La aparición de una serie de espectaculares que promueven la figura de Claudia Sheinbaum, patrocinados por un grupo de legisladores, generó más tensiones adentro que afuera. La respuesta posterior fue, previsiblemente, discutir la legalidad de la acción. Pero no hay que pedirle a la justicia que arregle lo que le corresponde arreglar a la política. Lo que causó molestia es que dentro del oficialismo un grupo explícitamente haya tomado partido por el proyecto de Claudia, entendiendo que es ella quién ofrece la mejor garantía de continuidad y profundización del proyecto obradorista.
Los días posteriores siguieron la misma lógica de judicializar el debate interno. La denuncia presentada por el equipo de Marcelo Ebrard, por un presunto evento proselitista realizado en un local del proyecto Pilares en el que se colgaron lonas, es un foco rojo en el tablero de la dirigencia partidaria. Si esta será la tónica de Ebrard, el o la candidata elegida cantará victoria en tierra arrasada y con un movimiento cargado de reproches. Sorprende que un político de su experiencia no haya hecho el cálculo más evidente: ¿los carpetazos judiciales son la mejor respuesta a un debate interno?
Si todavía estamos a tiempo de hacer promesas de año nuevo, yo pido que cuidemos el fuego amigo. Si la crítica interna es sustancialmente diferente de la crítica externa es porque presupone que hay algo en común que se comparte. Y eso en común es el mandato que Morena ha recibido del pueblo para construir una sociedad más justa y más solidaria.