Nostalgia: crónica de una mañanera

Columnas Plebeyas

Por las mañanas, después de cambiarle el pañal y vestir a mi hija, el vuelo de dos helicópteros ruidosos se ha convertido en mi anuncio de que la “mañanera” está por comenzar. Con mucha precisión, un par de minutos después de que escucho el ruido en el cielo, empieza la conferencia matutina del presidente López Obrador. Entre reclamos por hambre y aburrimiento típicos de alguien de 2 años, escucho la mañanera en el celular mientras preparo el desayuno e inicio mi día.

Pero esta no era una mañana típica, no me tocaba ver la conferencia desde mi teléfono, sino en vivo y en directo. Después de una noche de poco sueño debido a los nervios por asistir, mi cuerpo descansó un poco al entrar al Salón de la Tesorería, sentí que la familiaridad del escenario que ha acompañado mis mañanas los últimos cinco años. Al mismo tiempo, me sentí una extranjera a lado de los y las compañeras reporteras que navegan los filtros de seguridad de la entrada a Palacio Nacional y el acomodo de lugares que, en gran medida, determinará si les tocará preguntar o no.

En ese salón –que se ve frío en la transmisión, pero es mucho más cálido en vivo–, dos sentimientos aparentemente contradictorios –cotidianeidad y asombro– coexistieron en mí durante toda la conferencia.

Mientras esperábamos el inicio platiqué con una compañera española que estaba sentada a mi lado. Me hablaba de las múltiples fracturas internas que tiene la izquierda española y cómo esto ha permitido el rápido ascenso de la derecha y, particularmente, la derecha extrema. En medio de su relato de las elecciones por las que acaba de atravesar su país, escuchamos el famoso “¡ánimo!” con el que el presidente López Obrador inicia su “mañanera”. Los aproximadamente 35 reporteros suspenden sus charlas y rápidamente se ven manos levantadas y caras ansiosas de poder preguntar.

Después de algunas preguntas un tanto recurrentes estos años sobre temas como el abasto de medicamentos y la inflación, le dan la palabra a la compañera de Proceso quien le entra a temas más políticos y pregunta sobre la sucesión.

“Ya inició el proceso”. Con una sonrisa modesta que de pronto se trata de escapar, el presidente menciona la importancia de haber desterrado vicios de la política: el dedazo, el tapado y la cargada. Enfatiza después en la necesidad de la unidad del movimiento para poder garantizar la transformación del país. “No tiene por qué haber ruptura”, refuerza. Explica que, además de no haber dedazo, habrá piso parejo. Deja muy claro que el proceso interno será democrático y que él no cargará los dados a favor de nadie.

Continúa su exposición sobre la sucesión dando ejemplos de la eficiencia del método de encuestas en la gran mayoría de los estados que ahora son gobernados por morena –pasó de tener cero al inicio de 2018 a 21 después de los comicios del 4 de junio– y presume que este método, no ha generado rupturas sino unidad en la gran mayoría de los procesos. Pero por encima de todas las razones, reitera que su confianza en las encuestas se basa en que es una decisión colectiva que toma el pueblo de México, “uno de los pueblos más politizados del mundo”, recuerda una vez más.

En medio de una de sus ya famosas lecciones de historia características de la mañanera, el presidente le pide al periodista Miguel Reyes Razo que complemente su relato sobre los antiguos y viciados procesos de sucesión presidencial. En un intercambio, que vale la pena ver con atención, el periodista describe el destape de José López Portillo y de Miguel de la Madrid y el presidente escucha con atención. Finalmente, le pregunta si tuvo problema en pensar la sucesión presidencial, a lo que el Ejecutivo responde con contundente ‘no’ y se lanza a explicar cómo planteó inicialmente el proceso de la encuesta como método de selección de candidatos cuando era dirigente.

Con las cejas levantadas –gesto que delata su gran pasión por la política– el presidente explica cómo la reforma a los estatutos para incorporar dicho método fue una hazaña, pues gracias a que siempre lo han denostado y subvalorado como adversario político, pudo mitigar el riesgo de la intervención de intereses externos al partido. Este detallado recuento de la historia de la encuesta en el movimiento es una reafirmación más de lo meditado y deliberado del método y la obligación de mantenerlo y defenderlo.

Más adelante en la mañanera, el presidente regresa a hablar de las cuatro corcholatas de Morena y resalta los atributos más importantes de cada uno. De la jefa de gobierno, Claudia Sheinbaum, resaltó el buen gobierno que ha hecho en la capital del país; del secretario de relaciones exteriores, Marcelo Ebrard, su habilidad como negociador y su diplomacia; del secretario de gobernación, Adán Augusto López, destacó la lealtad, virtud que viene desde sus padres; y del senador Ricardo Monreal, su capacidad de operación política con la cual fue posible aprobar reformas constitucionales fundamentales para el movimiento que encabeza.

Saliendo de la conferencia que duró tres horas, la compañera española me cuenta sobre algunas lecciones que considera que España podría aprender de México. Yo más bien me quedo pensado en lo que nosotros podemos aprender de la pulverización de la izquierda española. Es algo que el presidente ha dejado clarísimo estos días a la militancia de morena y a los y la aspirante a la candidatura: la sobrevivencia de la izquierda depende de la unidad. El compañerismo, además de ser uno de los valores del movimiento, es el único camino para poder continuar con la transformación del país.

Cuando caminaba hacia el metro repetía en mi cabeza una parte de la interacción del presidente con Miguel Reyes donde el periodista le pregunta si no le da nostalgia cerrar el ciclo de su vida pública.

“No hay que tenerle mucho apego al dinero ni al poder”, respondió el presidente con serenidad.

Y, sin embargo, el público de la mañanera, contrario al presidente, sí sentimos mucho apego por este ejercicio de deliberación, rendición de cuentas y análisis político, e inevitablemente ya miramos por el rabillo del ojo ese martes 1 de octubre de 2024, cuando este ejercicio inédito haya llegado a su fin. Será un día de tremenda nostalgia.

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