A la derecha le da por repetir que Petróleos Mexicanos (Pemex) es una empresa endeudada por ineficiente. ¿Cómo no va a estar endeudada si llegó a pagar una tasa de derecho de utilidad compartida sobre ventas de 70 por ciento? Ninguna empresa es rentable con este nivel de impuestos. Actualmente, con la política rescate, es de 40 por ciento.
Durante el periodo neoliberal, Pemex mantuvo a este país pagando los impuestos que los oligarcas nunca han pagado. En entregas anteriores he mostrado cómo ellos siempre han sido el verdadero peligro para México y por qué están tan enojados ahora: precisamente porque están pagando lo que nunca habían pagado. En ausencia de una reforma fiscal que les obligara a pagar lo que pagarían en otros países, Pemex fue quien financió una parte importante de los ingresos del gobierno federal.
El petróleo nacionalizado por el general Lázaro Cárdenas en 1938 sirvió para apuntalar la industrialización del país, al ofrecer energía barata a la incipiente planta industrial nacional. Sin embargo, con el descubrimiento en 1976 de Cantarell, uno de los yacimientos más grandes del mundo, la producción de petróleo se quintuplicó, pasando de cerca de 210 millones de barriles en 1974 a poco más de mil millones de en 1982. Ese primer boom petrolero convirtió a México en un importante país exportador, a la par que el precio del petróleo también se incrementó por el boicot de los países árabes a los aliados de Israel después de la guerra del Yom Kipur, ocurrida en 1973. Así, el precio del barril en el mercado internacional pasó de 24 dólares en ese año a 65 dólares en 1974, hasta alcanzar un máximo de 145 dólares en 1980. Después vendría un desplome que mantendría el precio, en las décadas de 1980 y 1990, entre 40 y 60 dólares. No obstante, a partir de 2004 el precio del petróleo volvería a incrementarse hasta alcanzar niveles superiores a los 100 dólares por barril durante una década. En ese periodo, la producción nacional alcanzó volúmenes históricos, llegando a un máximo de casi 3.4 millones de barriles diarios en 2004, y comenzaría el declive hasta alcanzar poco más de 2.4 millones de barriles diarios en 2014. Durante este periodo, los ingresos petroleros del sector público fueron de 8.03% del Producto Interno Bruto (PIB), cifra nunca vista. Incluso, en 2008 los ingresos petroleros rebasaron a los provenientes de los impuestos, alcanzando 10.3% del PIB. Lo que no hace sentido es que precisamente a partir de ese año la deuda del sector público comenzó a incrementarse, pasando de 21 a 39.7% del PIB, mientras que los ingresos tributarios no cayeron, sino que también aumentaron, pasando de 8.7 a 10.3% del PIB. La pregunta entonces es: ¿en qué se gastó ese dinero? Claramente no fue en refinerías, trenes, aeropuertos, pensiones ni becas. Probablemente haya sido en simple y llana corrupción; pago de deuda; altos salarios y prestaciones para la burocracia dorada; contratos inflados, subsidios y condonaciones, amnistías y deducciones para la oligarquía.