Los caciques y el arte del chapulineo

Columnas Plebeyas

Dos meses después de la llegada de Francisco I. Madero a la presidencia de México, el joven chiapaneco de 24 años Tiburcio Fernández se unió al batallón “hijos de Tuxtla” para defender al gobernador porfirista de Chiapas de la ofensiva de los batallones antirreeleccionistas de Los Altos que atacaron Tuxtla. Dos años después se alistó en las tropas del gobernador huertista Palafox y combatió a los rebeldes maderistas. Al siguiente año se fue al norte del país para unirse a Francisco Villa (que combatía a Huerta bajo las órdenes de Carranza). Ese mismo año fue nombrado gobernador de Chiapas Jesús Agustín Castro, un carrancista con ideas radicales que más tarde sería Secretario de Defensa de Lázaro Cárdenas. El primer decreto de Castro fue la Ley de Obreros, que incluía la cancelación de deudas de los mozos, pago de salarios a obreros, desaparición de tiendas de raya, jornada laboral máxima de diez horas, prohibición de cualquier tipo de servidumbre, legalización del divorcio y prohibición del derecho de pernada. Ante esto, Tiburcio Fernández regresó a Chiapas para encabezar una revuelta anticarrancista conocida como la Rebelión de Los Mapaches. Su contrarrevolución se extendería hasta 1920, cuando gracias a su conversión al elíascallismo consiguió ser nombrado gobernador y luego senador. En menos de diez años este revolucionario chiapaneco fue porfirista, huertista, villista, anticarrancista y maximatista, pero bajo todas esas banderas siempre defendió a las familias conservadoras de terratenientes.

La historia de Tiburcio viene a cuento porque el político chiapaneco Enoc Hernández se ha integrado al Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) —a invitación del Movimiento Nacional por una Nueva Esperanza—  buscando ser su dirigente estatal. En el 2001 Enoc fue postulado a la presidencia municipal de San Cristóbal de Las Casas por el PAS (Partido Alianza Social, el último estertor electoral de la ultraderecha sinarquista, luego que en 1996 perdiera su registro el Partido Demócrata Mexicano, brazo electoral del anticomunista Movimiento Nacional Sinarquista) y, para sorpresa de muchos, ganó la elección. Quizá fue la única presidencia municipal que ganó ese partido en su corta historia. Del 2001 a la fecha, Enoc ha sido alcalde del PAS, diputado por el Partido del Trabajo (PT), candidato a diputado por el Partido Revolucionario Institucional (PRI), coordinador del gabinete del gobernador del Partido Verde Ecologista de México (PVEM), candidato del Partido Encuentro Social (PES), así como candidato de su propio partido, llamado “Mover a Chiapas”, que luego cambió de nombre a “Podemos Mover a Chiapas” (copiando el logotipo del partido español que dirigiera Pablo Iglesias, más no sus principios ni postulados).

Pero su caso no es una excepción: en cualquier lugar de Chiapas es posible encontrar a alcaldes o diputados cuyo partido actual no es en el que militaban hace unos años y que, muy probablemente, los había llevado a puestos similares. Hay personajes que se han postulado por todos los partidos existentes y otros que han ocupado el mismo puesto de elección varias veces con una sigla distinta. Sin embargo, lo que no cambia son sus formas de gobernar para los pocos, sus grupos, sus familias y sus intereses, lo cual combinan con una bien trabajada construcción de simulacros que esconde una red de compra, condicionamiento y coacción del voto.

Colofón: Enoc fracasó en su intento de convertirse en el dirigente estatal de Morena. En una de esas, hay cambios que sí pueden contrarrestar los más de cien años de perfeccionamiento de las artes del chapulineo mapachista.

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