El obradorismo ha planteado una innegable nueva forma de hacer política en nuestro país y precisamente lo que lo define como transformador ha sido su capacidad de trasladar su propuesta política a todos los aspectos de la vida pública del país. Es el caso de las políticas económicas establecidas desde 2018, regidas por los fundamentos de lo que se conoce como economía moral.
Quienes se oponen al movimiento social obradorista han asumido e informado a sus audiencias que tal cosa es una invención del presidente. Lo que ignoran es que se trata de un concepto económico descrito en 1971 por el historiador inglés Edward Palmer Thompson en su ensayo “La economía moral de la multitud inglesa en el siglo XVIII”. Por eso me parece importante contrastar las bases de la economía moral con su contraparte: la economía liberal. Seguro estamos familiarizados con esta última debido a que es el modelo que en su mayoría los partidos conservadores suelen fomentar y, por lo tanto, ha sido el enfoque aplicado en la economía mexicana durante años.
Si bien el estudio de la economía en cualquier rama y bajo cualquier concepto siempre nos va a dirigir hacia el objetivo del crecimiento económico, la diferencia radica en la serie de decisiones que se toman en la asignación de recursos para llevarnos a ese fin.
Para la economía liberal lo más importante es la libertad individual, lo que implica reducir el papel del Estado, pues se busca la eficiencia económica a través de la maximización del beneficio individual. Para ilustrarlo mejor, podemos recordar a uno de sus principales referentes: Margaret Thatcher, mujer pionera en ocupar el cargo de primera ministra en el Reino Unido. Fiel a la teoría de la economía liberal, leía a la sociedad desde una visión profundamente individual. Pensaba que cada persona es responsable de sus propias decisiones, incluidas las económicas, y que con ellas se determina el grado de bienestar social, mejorándolo o no.
Por otra parte, la economía moral inicialmente fue descrita por Thompson para explicar las huelgas del siglo XVIII contra el alza del precio de los alimentos, pues, decía, estallaron debido a las políticas económicas que permitían que los precios se ajustaran de acuerdo a las fuerzas del mercado. El pueblo inglés buscaba precios justos o de lo contrario no podrían adquirir sus alimentos diarios. De ahí, Thompson argumentó que la política económica podía y debía tener una perspectiva social.
Así, la economía moral instaura como primer paso en cualquiera de sus decisiones la justicia social, de manera que pone al Estado en un papel central y le permite intervenir sobre todo en la distribución de la riqueza para buscar equidad, a través por ejemplo de programas de bienestar social. Esto es relevante porque la evidencia nos ha demostrado que los individuos no pueden tener el mismo margen de maximización de beneficio debido a sus condiciones sociales, que en la gran mayoría de los casos los colocan en situación de pobreza durante toda su vida.
El principal promotor de este concepto en nuestro país es, por supuesto, Andrés Manuel López Obrador, quien retomó las bases planteadas por Thompson para describir el entendimiento de la política y su implementación desde lo común. Bajo su perspectiva, el Estado tiene la obligación de crear y brindar oportunidades para los más desfavorecidos, lo que da como resultado una sociedad menos desigual y cada vez más justa, generando un bienestar económico que termina beneficiando a todas y todos.
Durante todos estos años los economistas y políticos liberales han defendido el modelo que se basa en crear riqueza para después distribuirla, siempre de arriba hacia abajo. Pensemos en los grandes empresarios que consideran que su acumulación de riqueza es válida porque generan empleos a través de ella, a pesar de que sus trabajadores, pese a sus largas jornadas laborales, jamás podrán gozar de las condiciones de vida de las que sí gozan los patrones. Entonces, podemos estar de acuerdo en que este modelo ha sido poco exitoso en términos generales, pues no ha dado tasas importantes de crecimiento y mucho menos de desarrollo económico ni de bienestar social.
Contra todo pronóstico, ha ocurrido lo contrario con las políticas propuestas por la economía moral de López Obrador, pues en sus cinco años de aplicación la pobreza se ha reducido de manera importante. Según el Consejo Nacional de Evaluación de la Política de Desarrollo Social (Coneval), de 2018 a 2022 el porcentaje de personas en situación de pobreza pasó de 41.9 a 36.3 por ciento, y tan solo de 2020 a 2022 salieron de ella 8.9 millones de personas.
Además, hay una alta posibilidad de que estos fundamentos económicos continúen en el siguiente sexenio, si Claudia Sheinbaum queda al frente del gobierno federal tras triunfar en las elecciones de 2024. Esto es una buena noticia porque, sin duda, los resultados obtenidos bajo la economía moral nos hacen cuestionar al ala liberal, que se entendía a sí misma como la forma más eficiente de conducir la economía nacional. Luego, debemos seguir evaluando el desarrollo de esta nueva propuesta económica y comenzar a teorizarla formalmente.