Monumentos, democracia y memoria feminista

Columnas Plebeyas

Los acontecimientos ocurridos en los últimos dos años en una pequeña glorieta de la Ciudad de México conjugan de forma muy nítida un contexto global de efervescente politización, con una microhistoria de nuestra memoria pública y feminista.

La ahora llamada “Glorieta de las mujeres que luchan” se configuró a la luz del cuestionamiento global de la memoria colonialista tradicional, impulsada por un espíritu legítimo para cambiar la versión violenta, patriarcal e invasora sobre los “héroes”. Hace dos años, en diferentes países del mundo, se elevó una crítica profunda a la pervivencia de monumentos que honraban a los hombres que ejecutaron empresas de conquistas, genocidios y esclavitud. El ímpetu mundial de exigir justicia a través de la memoria, entonces, fue muy poderoso y se replicó en diversos países, incluido México.

Sin embargo, aquí la herencia popular de los más importantes procesos de transformación nos dejó pocos monumentos erigidos a conquistadores. A diferencia de figuras como la del esclavista Edward Colston tumbada en Reino Unido, o la de Jefferson Davis en Estados Unidos, nuestros monumentos son mayoritariamente de liberales decimonónicos: los vencedores del proceso de consolidación del estado nación mexicano. Sin embargo, un Cristóbal Colón que se ubicaba en una de las avenidas más importantes de la ciudad se convirtió en el blanco perfecto para una posible réplica de las protestas globales.

En octubre de 2020, cuando decenas de estatuas anacrónicas caían por todo Occidente, el Colón incómodo del Paseo de la Reforma se retiró para una restauración estratégica. A diferencia de los actos de protesta de diversos países, aquí simplemente se apaciguaron los ánimos de catarsis, en un contexto en el que, por cierto, las protestas feministas eran cada vez más virulentas. Así, la historia posterior resultó más interesante de lo que quizá hubiera sido únicamente un momentáneo despliegue de destrucción del patrimonio histórico.

El debate público sobre qué ocurriría con el Colón de Reforma avivó una discusión muy fructífera sobre la memoria histórica, el racismo inherente a nuestros procesos de conquista y colonización, y la ausencia de mujeres en los relatos hegemónicos del pasado. A la par, las primeras mujeres no alegóricas comenzaron a aparecer en la misma avenida, iniciando con Leona Vicario en el cada vez más nutrido Paseo de las Heroínas.

El primer anuncio de colocar un monumento de una mujer indígena en la ex Glorieta de Colón fue muy elogiado, hasta que se presentó la primera propuesta: otra alegoría sin lugar ni periodo histórico claramente identificable, que mezclaba un “estilo olmeca” ajeno a la historia de la ciudad con rasgos estereotipados de los pueblos originarios. Por si fuera poco, esto había salido de la mente de un varón. La opinión pública definitivamente condenó la idea.

Entonces, en un ejercicio democrático no formal (sin consultas ni encuestas de por medio), se revocó la propuesta. En su lugar ocurrió una toma espontánea, genuina y propositiva del feminismo chilango: una sencilla imagen de una mujer tallada en madera, colocada por mujeres jóvenes en un acto simbólico que rebautizó a la glorieta, dotándola de una identidad que pervivirá para las próximas generaciones. Nació la Glorieta de las mujeres que luchan.

En el futuro, este espacio seguramente será estudiado como el reflejo fiel de un momento luminoso en el proceso de empoderamiento colectivo de las mujeres, ocurrido a la par de la crisis del relato unívoco, bélico y eminentemente masculino. La voluntad política por construir una memoria donde los protagonismos femeninos son valorados, ocurre también gracias a una ciudadanía activa que participa en los debates públicos y se apropia de los espacios; todo ello en un momento en que la participación de las mujeres es cada vez más y más numerosa, en todos los niveles.

La propuesta de colocar la réplica de la “joven de Amajac” en el pedestal donde estaba Colón está sujeta a la negociación con las mujeres que luchan y que dieron nombre a esa glorieta. Como nunca, la participación feminista define el devenir y nuestra memoria plasmada en esta gran urbe.

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