Imaginen que una guía de turistas recomienda un museo y simplemente indica que éste se ubica “200 metros a la izquierda”. ¿A la izquierda de qué? ¿Viniendo de dónde? No dice. Una indicación así sería totalmente inútil. Para describir con provecho la ubicación de un objeto en el espacio, palabras como izquierda y derecha requieren un marco de referencia.
La gente de todo el mundo lleva ya un par de siglos dándole a las palabras “izquierda” y “derecha” un uso político precisamente debido a esa característica suya. Así como una cosa puede estar físicamente a la izquierda de otra, pero a la derecha de una tercera, lo mismo ocurre con las corrientes políticas. Un liberal puede estar a la izquierda de un conservador, pero a la derecha de un socialdemócrata, que a su vez está a la derecha de un comunista, etcétera.
Mi generación no ha presenciado ningún desplazamiento drástico de los valores, de esos que sólo ocurren en las revoluciones. Por eso, inevitablemente, hemos adquirido una visión estática de la sociedad y de la historia. En este contexto, las palabras izquierda y derecha se han convertido en señas de identidad fija. Hemos llegado a creer que lo que es de izquierda hoy lo ha sido siempre y siempre lo será. Por eso nos creemos con derecho a definir si una personalidad pública es “de izquierda” o “de derecha”. Sin embargo, como la guía de turistas de primer párrafo, frecuentemente olvidamos preguntar: ¿“izquierda” con respecto a qué? En política, especificar el marco de referencia de estas palabras es tanto más importante que en una guía de turistas cuanto que, a diferencia de los edificios y las calles, las ideas fluyen constantemente en la historia. Ideas que ayer se consideraban radicales, hoy pueden ser hegemónicas y mañana estimarse, con razón, reaccionarias. En un mismo momento histórico, una misma idea puede ocupar el extremo izquierdo del espectro en un medio social y el extremo derecho en otro. Si aprendemos un poco de la historia, podemos rescatar para las palabras una acepción política mucho más amplia, más útil y, de paso, más análoga a su sentido espacial original: no como identidades sino como direcciones, útiles sólo dentro de su marco de referencia concreto, que cambia en la sociedad y en el tiempo.
Entonces, ¿no hay posturas o valores que sean en sí mismos “de izquierda”, independientemente de la sociedad o la época en que se formulen? No, en última instancia no los hay. Para argumentar mi caso, quiero remitirme a un par de ejemplos históricos, empezando por el que dio origen al uso político de la palabra “izquierda”: la Asamblea Nacional que sesionó durante la Revolución Francesa.
Ya hablaremos de eso en la siguiente entrega de esta columna, circunstancias objetivas mediante.