Hay futuro si hay verdad: el caso colombiano

Columnas Plebeyas

El martes 28 de junio se llevó a cabo el acto público de la presentación del informe final de la Comisión de la Verdad en Bogotá, Colombia. Sobre este hecho potente y poderoso podríamos decir mucho y sin duda durante un largo periodo de tiempo será una fuente de análisis inagotable, sin embargo para fines de este breve escrito me concentraré sólo en el enfoque abordado tanto en el evento como en el informe desde la transformadora idea de la reconciliación nacional, no sin antes advertir que pese a que estuvo invitado el presidente Iván Duque, quien excusó su ausencia frente a este suceso histórico e inigualable, acudieron Gustavo Petro y Francia Márquez, actuales presidente y vicepresidenta electos del país sudamericano. Respecto a ello saquen sus propias conclusiones.

Después de decenas de años del violento y muy doloroso conflicto armado en Colombia, ese martes vio la luz el resumen del trabajo de cuatro años de los y las comisionadas que han apostado por dar paz, verdad y reconciliación al pueblo colombiano, en el marco de un proceso de justicia transicional que está atravesando el país desde hace algunos ayeres.

Lo que sorprende particularmente de su proceso de pacificación es que frente a una pulsión vengativa se ha optado por una postura reconciliatoria; frente a una justicia retributiva, se ha optado por una restaurativa; frente a una lógica punitivita se han buscado salidas reparatorias; frente a metodologías revictimizantes, se han priorizado aquellas que escuchan; frente a la apuesta por el silencio, se ha procurado la palabra; frente al olvido, se ha construido la memoria. Y sobre ello, lo más importante a destacar me parece que figura en la posibilidad que tuvieron los colombianos de cerrar este capítulo de dolor evitando más dolor: podrían haber apostado por penas privativas de la libertad enormes, por vengarse de los responsables desde una lógica de devolver el mismo sufrimiento que recibieron, por cerrarse a la palabra y simplemente pedir mano dura, por generar separación entre las comunidades, por tildar de delincuentes y de nada más a las personas que ocasionaron los conflictos; y sin embargo lo que nos deja ver el informe final de la Comisión de la Verdad es que apostaron por algo completamente diferente.

En palabras de Francisco de Roux, presidente de la Comisión de la Verdad, el resultado reúne múltiples voces que buscan y quieren la reconciliación en Colombia. Así, sucedió por ejemplo que en algunas comunidades “tras escucharlos, acogieron a los responsables” e insistían en que se tienen que reconciliar con quien les hizo daño porque “el perdón y la reconciliación es de compañerismo”. Fray Francisco de Roux insistía en que la apuesta consiste en “cortar los ciclos de venganza, cortar los ciclos permanentes que nos llevan una y otra vez hacia la violencia, […] cortar los ciclos que convierten a las víctimas en victimarios”.

Con la convicción absoluta de que “lo que sigue de la verdad es la posibilidad de otra historia, de la reconciliación”, Colombia nos deja una enorme lección de paz, de reconciliación, de reparación de una patria dividida por el dolor, pues cuando nos vayamos de este mundo “no nos vaya a dejar la partida unos separados de los otros”.

Gracias, Colombia, por ser referente mundial. Y también para México, donde, frente a la violencia que sufren pueblos y comunidades enteras desde la maldita guerra de Felipe Calderón, el ejemplo colombiano podría aportar modelos de una interesante apuesta para complementar la política de “atender las causas de la violencia” y la firme postura del presidente Andrés Manuel López Obrador de que “no se puede combatir la violencia con más violencia”.

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