Alguna vez, el pintor alemán Paul Klee dijo que el arte no reproduce aquello que es visible, sino que hace visible aquello que no siempre lo es. La creación artística permite exponer aspectos de la vida que de otro modo pasarían desapercibidos. Elementos como los sentimientos, la importancia de la vida y enseñanzas espirituales.
En México, debido a las circunstancias violentas que vivimos, el arte se ha destacado por exponer la violencia y articular la denuncia social. Un ejemplo claro es el filme Canoa, de Felipe Cazals, que denuncia una tragedia ocurrida en un poblado de nuestro país a manos de nuestra propia gente. De esta escuela surgió uno de los estilos cinematográficos más importantes del país, que a mi parecer alcanza un pináculo con Amores perros, de Alejandro González Iñárritu. Esta película muestra la cruda realidad del país sin sermonear ni ser un boletín informativo sobre la violencia, pero sí transmitiendo las profundas lagunas de desesperanza, trastocando a los espectadores y cambiando su percepción del entorno, con la esperanza de inspirar un cambio interno que se refleje en la sociedad.
Sin embargo, todo lo que sube en algún punto tiene que bajar. Tras este gran pico de la expresión artística mexicana, nos hemos encontrado con imitaciones que intentan replicar la sensación de esa película. Estas obras reflejan situaciones y circunstancias que, a mi parecer, nos han hecho caer en un ciclo infinito que, en lugar de aportar personalidad a nuestro cine, nos hace ciegos ante la repetición de nosotros mismos, llegando incluso a lo que podría ser un morbo disfrazado de expresión artística.
El cine de denuncia no es exclusivo de México, y aunque Hollywood es criticado por los amantes del “maquillaje artístico”, constantemente encontramos filmes que rebasan por la derecha a ciertos trabajos sagrados, mal llamados “cine de arte”. Uno de los mejores cineastas de denuncia de la actualidad es el gran Martin Scorsese, director de una de las películas más potentes que he visto para señalar y revertir la violencia que denuncia. Goodfellas comienza con la ilusión de un niño por la extravagante vida de los mafiosos italianos de su barrio, mostrando aquello que deslumbra a un joven que quiere comerse el mundo y que, de forma extraña, la sociedad respeta. Scorsese le da al público lo que quería ver en esa época: coches, dinero, armas, mujeres. Sin embargo, utiliza una de las ventanas mediáticas más importantes del mundo para dar un giro a la temática y cerrar con un final atroz que revela las implicaciones de un mundo oscuro, todo bajo una dirección perfecta, un guion impecable y actuaciones de primer nivel. Este cine que denuncia, envuelve, concientiza, entretiene, ayuda y vende, es un cine del que México aún dista mucho. Y aunque nos duela, nos hace recordar que hay toda una veta de posibilidades que le faltan a nuestro país.