Está muy de moda hablar de praxis desde la contemplación. Esto es una paradoja particularmente dolorosa, pues uno de los objetivos principales de la idea, al menos desde la concepción gramsciana, es separarse de la labor bizantina de tantos intelectuales a los que les basta leerse entre sí y decir obviedades (o abstracciones escolásticas) en un lenguaje sancionado por su casta; independientemente de si con ello logran articular ideas que transformen al mundo o no. Hacer eso en nombre de la praxis, que es práctica conceptualizada, es particularmente irónico y lamentable. Debemos evitarlo.
Ésa es la razón por la que vale la pena revisar los esfuerzos que el obradorismo ha hecho en materia de aprendizaje y pedagogía política. Desde hace tiempo existe en Morena (Movimiento de Regeneración Nacional) una crítica a la formación política actual: los aspirantes a cuadros leemos toda clase de teorías cuando, quizá, aún no sabemos cómo hacer un presupuesto. Esta crítica es injusta, al menos, por dos razones: la primera es que un contenido mínimo indispensable de método ideológico y de populismo obradorista es necesario para que el partido de verdad opere como un conjunto de hombres y mujeres de buena voluntad que comparten un proyecto de nación, independientemente de la trinchera concreta en la que les toque aportar. La segunda razón es que el Instituto Nacional de Formación Política (INFP) se ha esforzado mucho por generar e impartir contenidos sensibles a la vocación práctica de una organización como Morena. Por ejemplo: el programa de formación “Buen Gobierno” del INFP tiene como objetivo general “iniciar a los participantes en el papel que desempeña el gobierno como institución transformadora y a los servidores públicos como protagonistas transformadores que —bajo el nuevo mandato popular— mandan obedeciendo, a fin de configurar al verdadero gobierno democrático y participativo”.1 La página es muy escueta en cuanto a información y mecanismos de inscripción, pero sé por otras fuentes que imparten cursos de administración pública municipal e, incluso, de austeridad republicana: ¿qué significa este concepto en la práctica? Es una gran intuición.
La retroalimentación que quisiera hacer no va, por tanto, hacia las voluntades ni hacia el compromiso: es clarísimo que los y las encargadas de esta función entienden a cabalidad su misión y la están llevando a cabo con dignidad obradorista. Quisiera, más bien, enfocarme en el método: ¿es la impartición bancaria2 la mejor manera de formar a nuestros cuadros en la praxis o, si ya andamos en estas, en cualquier otra materia? Honestamente, creo que no.
La consecuencia más inmediata de la praxis es que no basta con saber: ese saber, para que sea valioso, debe ser una derivación de una acción. Es decir: debe ser algo que se conoce porque se ha practicado, se ha palpado; se han cometido errores también. Esto no es un mero capricho: detrás yace la intuición de que sólo el saber-hacer da formación de calidad; al menos para lo que hace al campo de la transformación social (pero no sólo: andar en bici requiere, en estricto rigor, palpar a la bicicleta y caerse las veces que sean necesarias hasta conseguir un equilibrio muy particular). ¿Podemos aprender de movilización política y campañas de alguien que nunca ha estado en una, pero tiene una maestría extranjera y escribe con 20 esdrújulas por párrafo? ¿Debemos fiarnos de expertos y expertas en comunicación social que tienen por mayor logro intentar ensamblajes artificiosos, como un Anaya carismático, con fórmulas memorizadas en instituciones de prestigio? ¿Debemos seguir los consejos de persuasión de alguien que nunca ha convencido a nadie más que a quienes ya pensaban como él o ella? ¿Podemos aprender de teoría de género e identidad de alguien que ha leído todos los libros pero nunca ha tenido que presentarle al mundo una forma de ser que le es incómoda a la normalidad? Mi opinión es que no. Estos conocimientos requieren de habilidades ponderadas en la práctica.
¿Por qué no hacer un presupuesto, si de eso va el curso? ¿Qué tal diseñar un programa de política pública desde cero en alguna de las alcaldías y municipios que ya gobernamos? ¿Por qué no plantear un plan para un día de elección hipotético y ejecutarlo como si fuera real? ¿Qué tal ser jefe de Unidad Departamental de un municipio o alcaldía por una semana? En resumen: la enseñanza popular se parece más al taller que a las aulas tradicionales.
Notas
1. Recuperado el 21 de julio de 2022 de https://infpmorena.mx/proyectos/buen-gobierno/
2. Para más información sobre el concepto de educación bancaria, que ve en los alumnos una mente vacía ávida de depósitos de sabiduría por parte del maestro o maestra, ver https://es.wikipedia.org/wiki/Educaci%C3%B3n_bancaria.