El sufragio, el proceso y los retos

Columnas Plebeyas

Estamos en la semana de conmemoración de los 69 años del sufragio femenino mexicano y pienso que debe existir una reflexión importante sobre el proceso, los logros y los posibles retrocesos a los que nos podremos enfrentar en los próximos años electorales.

Poco se ha hablado del corto periodo que tiene el reconocimiento de nuestros derechos políticos; que nuestras abuelas y bisabuelas no lograron votar hasta ser mujeres adultas y del complejo camino que recorrieron nuestras ancestras: se les nombra únicamente en los espacios entre mujeres que hacen política y no en los libros de historia como las grandes heroínas que nos dieron patria.

Por ello, comenzaré por nombrar a Hermila Galindo, pionera del movimiento sufragista feminista mexicano, defensora de la emancipación de las mujeres. En el Primer Congreso Feminista de Yucatán, mediante su discurso “La mujer en el porvenir”, habló sobre la libertad, el derecho a la educación, la sexualidad, el sufragio y la igualdad. Buscó que el voto femenino se incluyera en la constitución de 1917 y se postuló de manera ilegal (porque en ese momento ser una mujer candidata era ilegal) como diputada federal, evidentemente fracasó y no fue sino hasta 1953 que pudo ver que su sueño de votar era una realidad.

Sobre Elvia Carrillo Puerto hay muchísimo que decir, sin embargo trataré de ser breve mencionando que fue fundadora de la Liga Feminista en Yucatán, cuyo objetivo era impulsar el voto femenino. Ella y sus compañeras fomentaron la alfabetización, la igualdad entre mujeres y hombres, realizaron conferencias sobre el control de natalidad, educación y sexualidad. Y fue hasta 1923 que tanto ella como Beatriz Peniche y Raquel Dzib Cicero resultaron electas como diputadas al congreso local, con ello se convirtieron en las primeras mujeres electas en todo el país.

Con movimientos sociales como el Frente Único Pro Derechos de la Mujer y el Ateneo Mexicano de Mujeres más de 50 mil mujeres lucharon por modificar el artículo 34 de la constitución, que prohibía que pudieran votar y ser votadas. Una podría pensar que el gobierno progresista de Lázaro Cárdenas sería la punta de lanza para que las mujeres tuvieran libertades; sin embargo, por el contexto mundial, específicamente el revés que estaba sufriendo España por la Guerra Civil, se generó temor entre la clase política mexicana, ya que consideraban que dar ese poder a las mujeres sería favorecer a la derecha y al conservadurismo.

En el gobierno de Miguel Alemán se conquistó el derecho al voto de las mujeres. Sin embargo fue un reconocimiento a medias, ya que sólo podían votar y ser votadas a nivel municipal.

En 1953, Amalia González Ledón, una mujer con poder y relaciones políticas, logró que en el gobierno de Adolfo Ruíz Cortines el sufragio universal se consolidara. Podría escribirse mucho más y de manera más detallada sobre todo el proceso que vivieron estas grandes mujeres, pero hablemos del ahora, de lo que ha sucedido en los 69 años posteriores al sufragio femenino.

Desde la fundación del Estado mexicano y hasta 2018 sólo seis mujeres llegaron a ser gobernadoras, la primera de ellas fue Griselda Álvarez, en Colima; después, Beatriz Paredes, en Tlaxcala; Dulce María Sauri, en Yucatán; Amalia García, en Zacatecas; Ivonne Ortega también en Yucatán y Claudia Pavlovich en Sonora.

El punto de quiebre histórico, luego, se dio en 2018. En menos de cuatro años, nueve mujeres han conquistado gobiernos estatales en todo el país, la primera de ellas fue Claudia Sheinbaum como jefa de Gobierno de la Ciudad de México.

Vivimos momentos históricos y eso nadie puede negarlo. En la actualidad contamos con paridad de género en el Congreso de la Unión y en la mayoría de los congresos locales, la Suprema Corte de Justicia de la Nación tiene ahora más ministras que en toda su historia, hay un gabinete federal paritario, las mujeres ya no ocupan espacios de relleno o donde nada más eran utilizadas para posar, ya hay leyes que fomentan cada vez más nuestra participación política en todos los órdenes de gobierno.

Con estos avances sabemos que la lucha de las mujeres que nos antecedieron valió la pena y que debemos honrarla ocupando esos espacios que desde siempre nos correspondieron, no por el hecho de ser mujeres, sino porque tenemos la capacidad, la inteligencia y sobre todo la valentía para enfrentarnos a un espacio patriarcal que se nos dijo que no era nuestro, se nos señaló que no pertenecíamos ahí.

Finalmente, ¿cuál o cuáles son los retos? Reconocer a las mujeres que hoy por hoy luchan por estar al frente, sin embargo como mujeres necesitamos generar reflexiones sobre qué representantes necesitamos. En lo personal, considero que merecemos más que una Ivonne Ortega, que reprimió a estudiantes en Yucatán; una Maru Campos que en Chihuahua abiertamente niega los derechos sexuales y reproductivos de la población; una Sandra Cuevas, alcaldesa de Cuauhtémoc, que es clasista y racista; una América Rangel, una Lilly Téllez, una Kenia López Rabadán o una Xóchitl Gálvez que como parlamentarias no representan a nadie más que a ellas mismas y a su élite política.

Esta lucha fue y es por todas y para todas, sin embargo no es suficiente si los espacios son tomados por personas que no buscan disminuir las brechas de desigualdad por las que Elvia Carrillo Puerto y Hermila Galindo dieron su vida, con una profunda visión humanista, feminista y de izquierda que velaba por las mujeres, sobre todo por las más desfavorecidas.

Afortunadamente contamos con representantes como Citlalli Hernández, Antares Vázquez, Indira Vizcaíno, Ana Francis Mor, Clara Brugada, Luisa María Alcalde, Rosa Icela Rodríguez, Rocío Nahle, por mencionar algunas: grandes referentes que comparten ideales con las sufragistas; y también contamos con miles de mujeres jóvenes que están luchando porque su capacidad, ímpetu y fuerza sean reconocidas.

Y mi mensaje es para ellas, para que, en retrospectiva, veamos todo lo que ha sucedido para que hoy podamos soñar con estar en esos espacios y también con tener cada vez más diputadas, más alcaldesas, más secretarias de Estado, más juezas que velen por los derechos que históricamente se nos han negado. Que soñemos también con tener en 2024 a la primera mujer presidenta de nuestro país.

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