El proyecto de nación discute los desafíos de género

Columnas Plebeyas

El 20 de agosto se celebró el Foro Nacional “Revolución Económica y de Justicia para las Mujeres”, en el cual se presentaron siete ejes de acción y se escucharon variadas propuestas para integrar el Proyecto de Nación 2024-2030 sobre el tema de las mujeres y del feminismo en la 4T. Se trata de un documento elaborado en colectivo por mujeres que se asumen feministas de izquierda o feministas de la 4T, militantes del Movimiento de Regeneración Nacional (Morena) y servidoras públicas del actual gobierno de Andrés Manuel López Obrador. El evento fue organizado por feministas institucionales y militantes partidarias.

Debo aclarar que desde mi punto de vista, al contrario de las críticas que algunas colegas hacen a los feminismos institucionales, considero que la participación de las mujeres en todos los aparatos de poder es necesaria para desestabilizarlos y avanzar en varios frentes ante al kraken de mil tentáculos que es el patriarcado y el capitalismo neoliberal latinoamericano, a pesar de los riesgos de ser engullidas por esta bestia. También coincido con la idea de que un partido y un gobierno no se tornan feministas sólo por ser “paritarios” o por incorporar a mujeres en sus filas o puestos de poder.

Dicho lo anterior, quiero problematizar uno de los ejes presentados, el cual llamó mi atención en especial por los temas de investigación que yo realizo. Vinculado con este eje, posteriormente hablaré de dos cuestiones relacionadas que me preocuparon.

Al contrario de lo que suele pasar cuando el tema de la violencia fagocita todo, acertadamente las propuestas vertebrales iniciaron con cuestiones de autodeterminación y redistribución económica con justicia social, entre otras; casi al final del listado de ejes se planteó la problemática de la “justicia y el fin de todas las violencias”. Este orden es relevante porque se suele abordar el tema de las violencias contra las mujeres a partir de su expresión directa, es decir, de la violencia intersubjetiva (cuerpo a cuerpo) y a enfrentarla con la violencia estatal/institucional, por ejemplo, castigo carcelario y la cuestión punitiva. Esto último se encuentra desvinculado de las injusticias sociales, la opresión y la explotación; entonces, como bien plantea el manifiesto, hay que “comprender a la violencia como un problema político y no como un problema moral e individual”. Aunque celebro y comparto este abordaje, me parece que recae en un viejo error del que no suelen escapar las visiones materialistas de izquierdas: me refiero a la cuestión simbólica que nos ha llevado en las reflexiones feministas y de los estudios de género a una falsa contraposición entre lo material y lo simbólico. Creo que en el fondo, sobre el tema de justicia y violencia contra las mujeres, persiste una idea de que corrigiendo las desigualdades e injusticias materiales (redistribución de la riqueza y del poder) por consecuencia se zanjarán las desigualdades de género que derivan en diversas formas de violencia. Por consiguiente, considero que los feminismos de la 4T podrían complejizar más al respecto y salir de la trampa dicotómica a la que nos lleva el pensamiento colonial del patriarcado eurocéntrico. La tarea efectivamente no es sencilla, ni menor, pero es necesario tener conciencia de ello.

La segunda cuestión tiene correspondencia con la anterior y gira en torno a que, aunque la propuesta en contra de la violencia hacia las mujeres sea que el castigo carcelario no se configure en el centro de la organización de la vida social, en la ronda de intervenciones de dicho evento se puede constatar que una de las inquietudes más sensibles de las mujeres es la de la impunidad, entendida como la falta de castigo carcelario para los hombres ofensores. ¿Cómo transformar el deseo social carcelario en uno de comunidad reintegrativa? La respuesta no tiene que ver sólo con propuestas de orden redistributivo, sino también con el ámbito del reconocimiento simbólico que dé cuenta de por qué son las mujeres quienes sufren principalmente de violencia sexista. Si rechazamos el castigo carcelario, ¿qué otro tipo de sanciones podemos habilitar para lanzar el mensaje simbólico que reproche la violencia en contra de las mujeres?

Por último, la tercera cuestión: el llamado a rajatabla a la reforma judicial como placebo a la impunidad que enfrentan las mujeres cuando acuden a los aparatos de administración de justicia, como si el problema radicara sólo en las y los jueces, así como en la corrupción económica. Se deja de lado el sustrato de la justicia legal, que ha sido pensada atendiendo a valores e intereses masculinos (lo simbólico). En cuanto al tema de violencia y la justicia entendida como penal, el reclamo se limita a las sentencias sexistas de los jueces, pero se olvida el tema de las investigaciones, el propio saber penal y de la organización del poder.

En cuanto a la corrupción, se tiende a comprenderla sólo en términos económicos y no de género. Sobre esto, se pueden consultar otras columnas plebeyas en las que he procurado explicar el fenómeno. 

Concluyo celebrando el Foro Nacional “Revolución Económica y de Justicia para las Mujeres”, los abordajes teórico políticos con los cuales se está intentando construir el Proyecto de Nación 2024-2030 e invitando a todas las personas a consultar el video correspondiente que se encuentra en las redes sociales del Instituto Nacional de Formación Política de Morena. Es indispensable informarse, participar y debatir en colectivo, así como formar postura crítica y autocrítica para mantener el movimiento lejos de oportunismos, dogmatismos y simulaciones.

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