Algunas recibimos con ilusión y alegría la noticia de que Claudia Sheinbaum será nuestra próxima presidenta. En redes sociales, en tanto, se encuentran todo tipo de opiniones, algunas poco optimistas, pero la mayoría de las personas votantes apoyó la continuidad del proyecto de la llamada cuarta transformación, no sólo por lo que implica el proyecto político, sino por quién le dará continuidad: más allá de que sea una mujer, no es cualquier mujer.
Para gobernar no importan únicamente la perspectiva, el plan, programa y ruta hacia donde se quiere dirigir un país, también cuenta la manera de dirigirlo. Una puede timonear un navío con una determinada estructura y un mapa de navegación, pero el rumbo implica que la persona dirigente tenga ciertas cualidades, personalidad, experiencia y actitud para responder, reaccionar y enfrentar los imprevistos o condiciones adversas que posiblemente surgirán durante la travesía hacia el puerto de llegada; no menos significativa es la tripulación del barco. Puede haber vientos, tormentas, pérdidas, traiciones, fallas estructurales…
Parece que Claudia no se ha percatado de que muchas mujeres de izquierda apostamos por ella no nada más por el proyecto que representa, sino por su historia como luchadora social —por supuesto, sin romanticismos—, su experiencia, su conocida ecuanimidad, re(flexividad), escucha y formación científica.
Decidimos dejar de esperar, a la vieja usanza de las izquierdas machistas, que un hombre o una mujer dirija el barco sin escuchar a quienes viajan a bordo, sin planear en conjunto con la tripulación acciones y reacciones en la ruta de navegación. Esperamos, más que líderes, guías con capacidad de autocrítica, mayor aproximación para construir con, transformar con.
Algunas de las críticas que se hacen a Claudia no me sorprenden, incluso cuando quienes las realizan son otras mujeres. Un argumento de fondo, sin fundamento probado, versa en considerarla una ventrílocua de Andrés Manuel López Obrador. Es común que a las mujeres se nos considere manipulables cuando tenemos un hombre cerca, pero eso no es más que sexismo. Tampoco concuerdo con la afirmación de que el triunfo de Sheinbaum sea de “las mujeres”, porque sólo expresa una visión poco compleja y universalista sobre ellas, y aunque entiendo la importancia política de frasearlo así, la estrategia no me parece acertada.
Sheinbaum es una mujer de izquierda con historia y experiencia propia. No fue formada políticamente por Andrés; tampoco éste fue su mentor. Su relación es producto de la coincidencia política y de la confianza construida a lo largo del tiempo.
Claudia ciertamente representa la continuidad de un proyecto, no a Andrés. De inicio, ninguna candidata o candidato de ningún proyecto político garantiza buenos resultados de gobierno; ejemplos hay varios en Latinoamérica. El arte del buen gobierno se ejerce todos los días. Tampoco el ejercicio de ciudadanía termina al emitirse un voto. Claudia y la cuarta transformación obtuvieron la confianza de muchas personas que votamos; el resultado es evidente, con la mayoría ganada en el congreso. ¡Qué gran responsabilidad! Las y los legisladores están interpelados a ser críticos, actuar en consecuencia de acuerdo con el programa de gobierno, pero con criterio, en beneficio de la gente. La disciplina partidista no puede estar por encima de la ética de la coherencia con valores sociales propios. Por nuestra parte, las y los ciudadanos debemos estar atentos y vigilantes para exigir y señalar las acciones que traicionen los valores enarbolados por la cuarta transformación y de la revolución de las conciencias.
Un indicio de lo que puede ser otra manera de continuar el rumbo hacia la cuarta transformación es la propuesta que ha hecho la virtual presidenta para debatir, a través del parlamento abierto, la reforma electoral que incluye, entre otras cuestiones de no menor relevancia, reformas al poder judicial para la elección de jueces y ministros de la Suprema Corte de Justicia de la Nación. Ciertamente, la reforma plantea cambios necesarios, no sin reservas. Habrá que participar amplia y constantemente en los debates.
La próxima presidenta tiene muchos retos en el horizonte. Para empezar, otra manera de hacer política y ejercer su gobierno con estilo propio, o quedarse estancada en las prácticas anquilosadas de la vieja izquierda machista.
La trayectoria de Claudia proporciona esperanza. Naveguemos en el barco ejerciendo una ciudadanía responsable, observando y participando, sin idealizar personajes. Al contrario de lo que se cree, tener poder implica una gran responsabilidad y mayor exigencia para quienes lo detentan.