El dolor de la mentira

Columnas Plebeyas

Tuve un padre.
Mentía.
Sistemáticamente.

—Mijita, yo siempre te apoyé en tu carrera.
—Papá, cuando empecé a estudiar teatro me corriste de la casa, me quitaste todo apoyo económico y hasta la carcacha. 

—Mijita, tu madre siempre fue el centro de mi vida.
—Papá, tenías otra familia al mismo tiempo. 

—Mijita, tus hermanas siempre han estado muy agradecidas con su padre.
—Papá, de siete criaturas que tienes, con trabajos te hablo yo. 

Y conversaciones como esta fueron la escenofonía de mi vida, hasta que le apagué a la bocina y me fui de la relación. No hay caso, pensé.

Tengo un sensor de dolor para la mentira. La detecto y me duele o me duele y la detecto. Ambas cosas están conectadas. Cada vez que se arma una “discusión política” basada en una mentira, me duele el hecho, por supuesto. Pero me duele porque ya sé que no se puede vivir en castillos de arena: te caes y te rompes el hocico; cuando menos, te nublas los ojos y lloras. 

Cuando miro este tinglado de mentiras de la oposición me duele, porque es arena que se hace lodo en el que no se puede construir nada. Porque no es crítica ni desacuerdo, ¡ojalá lo fuera! Es mentira vil con un objetivo claro y burdo: difamar para ganar.

En la Ciudad de México el transporte público es de a 4.5 pesos en promedio. Es el más barato y de mejor calidad del país. Dato comprobado.

Y en la comparativa mundial, en una de esas es el más barato del mundo, si bien ese dato no se los manejo con precisión, porque está basado en lo que me ha dolido mi codito pagando boletitos de a dos dólares o cuatro euros.

Ahorita la verdad es que el transporte de mi ciudad luce mucho, por el cablebús con sus muralotes de azotea, el metrobús eléctrico, el elevado, los troles nuevos, el tren ligero, la renovadota de la línea 1, en fin. Y entons, claro ¿cuál creen que es la mentira de la oposición para pegarle a una personaja que está subiendo su popularidad de forma constante y sostenida? ¡El transporte está peor que nunca! Difamar para intentar ganar.

La incapacidad de decir la verdad es una incapacidad de construir de a de veras. Porque la construcción en serio es compleja, requiere compromiso, se cometen errores, se corrige, se duda. 

¿Es difícil decir te amo? Es más difícil decir: no te amo, pero te quiero mucho y me la estoy pasando bien. Es más difícil decir: me gustas mucho, la neta no tenemos futuro, pero ¿qué tal un muy agradable par de semanas? O: no te conozco, me pregustas y sí quiero saber quién eres, cómo eres en los momentos difíciles, qué te duele, qué te pone de malas, qué te da esperanza

La verdad es más grande y compleja. Tiene claroscuros. Tiene partes insoportables, algunas inentendibles, otras muy alegres. Quedarse en el mundo de las verdades, con todas sus contradicciones, requiere acercarse, cuidar, que te importe la otredad, que te importe ser humano, gane quien gane. Que te importe construir.

La mentira es aburrida y la difamación no es disidencia. La difamación es la desidia de usar el alma para cosas insignificantes.

Duele. La verdad es que la mentira duele.

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