Democracia divina

Columnas Plebeyas

Supongamos que, cuando uno muere y llega al cielo, se encuentra con Dios y se puede enterar de cuál es La Verdad. Imaginemos puerilmente un encuentro con Dios para suponer, justo, que hay una verdad y que podamos conocerla. Hemos visto suficientes pinturas, buenas y malas, como para visualizar a Dios; hemos visto suficientes películas, buenas y malas, como para imaginar a Dios hablando.

—Pero entonces, sí existes —le diríamos asombrados.
—Sí, sí existo —respondería el Señor Absoluto en el momento de la verdad absoluta—. Siempre he existido. Y soy de izquierda.

Vaya. Qué tranquilidad, me tenía con el pendiente, con tanto conserva hablando sobre Dios tan confianzudamente. Aunque siempre lo hubiéramos sabido, porque eso pensamos, pensamos que lo sabemos, no es lo mismo que se lo diga a uno Dios en persona. Además de que sonaría a una recepción digna, a premio, a bienaventuranza eterna. Esas palabras serían suficientes para descansar en paz. Pero, ¿y si dijera lo contrario? Si nos dijera que es de derecha, si dijera: “siempre he existido y soy de derecha”, ¿qué podría uno decirle al Señor sobre el pensamiento derechista? ¿Me arrepiento de todo?, ¿esto es imposible?, ¿por favor regréseme al mundo para corregir? ¿O: “está usted equivocado”?

Sería imposible decir cualquier cosa. Pero debemos contemplar esta posibilidad. Si nos atrevemos a pensar en cuál es la verdad de la ideología política con esta fantasía tan banal, hay que imaginar, por lo menos, autocríticamente; hay que imaginar, por lo menos, la posibilidad de que la verdad esté en la ideología opuesta a la nuestra. Lo que sí no podemos ni siquiera pensar es a Dios diciendo que no es ni de izquierda ni de derecha, porque ya sabemos que así solo hablan los derechistas. Y para ceder en nuestra fantasía a la posibilidad de un Dios conservador exigimos, por lo menos, que sea sincero. De un lado u otro de la ideología, pero no un pusilánime hipócrita.

Considero que la ideología política articula algo de la verdad y, en ese sentido, puesto que Dios, de existir, tendría La Verdad, es imposible imaginar a un Dios sin ideología. Aunque en realidad tampoco se puede imaginar a Dios con ideología; resulta difícil pensar a Dios antipático con tantos millones de conservadores. ¿Cómo pensar a un Dios parcial? Y pobres conservas, es cierto que a ellos los educaron así y quizás no tienen la culpa de sus pensamientos. De hecho, no se puede imaginar a Dios sin postura política ni con postura política. La única opción que se me ocurre es un Dios como un demócrata radical, un Dios derechista para los derechistas e izquierdista para los izquierdistas. 

Puesto que no es imaginable un cielo de puro izquierdista y mucho menos de puro derechista, sólo se puede imaginar el cielo como una democracia absoluta. Sólo es posible una verdad: que no haya una sola verdad; y, pensándolo, esa podría ser la mayor diferencia con la Tierra. Que la única característica del paraíso fuera que convivan armónicamente las distintas verdades sería grandioso; que al llegar al cielo nos enterásemos tan sólo de una cosa: que no existe el diablo. Que no exista el diablo ni siquiera bajo la forma de la otra ideología. Aunque, claro, habría que ver cuánto tiempo les llevaría a los conservadores acostumbrarse a esa revelación. Con tal de que los derechistas no siguieran de petulantes como siempre sobre su Dios único y superior, el paraíso sería realmente un paraíso. 

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