La sociedad tiene una deuda con los niños y las niñas. El mundo en general es un lugar hostil para la infancia.
Más allá de todos los crímenes que se cometen diariamente contra los más pequeños y pese a los esfuerzos de estrategias como el Sistema Nacional de Protección de Niñas, Niños y Adolescentes, seguimos viviendo en sociedades con lógicas adultocéntricas, donde es habitual, constante e incluso esperada la exclusión de los y las niñas de los espacios públicos y las actividades cotidianas. Por ejemplo, mucho se ha hablado de que la infraestructura en las ciudades, en la mayoría de los casos, no contempla la diversidad, lo que incluye a los infantes. Hay una arquitectura hostil y hasta peligrosa, con infinidad de lugares donde la infancia no tiene cabida, en muchas colonias ni siquiera hay espacios de recreo seguros y públicos.
Por otro lado, en el sistema laboral parece que no está contemplada la crianza. Con el Sistema Nacional de Cuidados esperamos que se pueda resolver este problema, ya que aún no se logra conciliar la crianza con el sistema de trabajo. En México las jornadas son tan largas que queda muy poco tiempo para poder compartir con las familias, por no hablar de la violación de derechos cada vez que se regatean licencias o tiempo para el cuidado de los hijos y las hijas.
Las familias (por lo menos en las ciudades y zonas urbanizadas) también le están quedado a deber a estas generaciones de niñas y niños, ante la falta de tiempo, organización e incluso interés para ofrecerles los cuidados necesarios. Muchas familias han encontrado en los dispositivos electrónicos sus grandes “aliados” para entretener y educar. Mantener a los y las niñas frente a una tableta aparentemente es algo fácil, sencillo y hasta económico; sin embargo, las consecuencias en su desarrollo ya son muy visibles. Quienes nos dedicamos a la educación nos hemos encontrado con generaciones con serios problemas para comunicarse, deficiencias en el desarrollo del lenguaje, incapacidad para prestar atención, seguir indicaciones e incluso ejecutar acciones físicas sencillas que se esperan a cierta edad. Claro, sabemos que esto es producto de un conjunto de factores, entre ellos que estos jóvenes cada vez tienen menos oportunidades de juego.
Las niñas y niños necesitan jugar, convivir con sus pares, experimentar, explorar, tener contacto con la naturaleza, enfrentarse a retos, comunicar sus ideas y conocer poco a poco el mundo real y tangible. Saber palabras en tres idiomas a los cinco años, utilizar la computadora, adjuntar archivos o jugar futbol ante una pantalla no puede ser más importante ni más útil que el desarrollo de los reflejos, de la psicomotricidad fina y gruesa, de las habilidades sociales, del pensamiento complejo, del lenguaje o de la creatividad, por enumerar algunos ejemplos.
Es necesario cambiar el modelo de crianza actual, hacer realidad el Sistema Nacional de Cuidados, reducir las jornadas laborales, adaptar los espacios públicos y ofrecer a los y las niñas oportunidades de juego afuera de la pantalla.