Cuando despertó, el dinosaurio ya no estaba ahí: crónica de la elección mexiquense

Ensayos

El dinosaurio

En la primaria me dijeron que el relato más corto escrito en español consistía en un simple enunciado: «Cuando despertó, el dinosaurio todavía estaba ahí». Curiosamente, el polémico cuento de Monterroso parecía más un vaticinio de la realidad política mexiquense, que un texto literario, pues el PRI fue la organización política gobernante del Estado de México desde 1945 y a pesar de los vaivenes políticos en el país, parecía que nada podía arrebatarle la hegemonía en la entidad.

Afortunadamente, hoy podemos contar un cuento diferente pues el 4 de junio pasado, una maestra del oriente de Texcoco, hija de un albañil y de una costurera, le arrebató el triunfo electoral al dinosaurio priista y les devolvió la esperanza a millones de mexiquenses. Miles de voluntarios, simpatizantes, militantes y votantes -en calidad de eternos esperanzados- dedicamos horas de nuestras vidas, lágrimas optimistas y pies adoloridos para ver triunfar a una candidata que, en sus recorridos, eventos, entrevistas y debates logró encarnar la indignación de un pueblo que ha sido tratado injustamente y que está harto del despojo.

Rumbo al día D

Cuando me invitaron a participar como voluntaria en la campaña del Estado de México no podía dejar de pensar en tres cosas: la lejanía de mi hogar, lo caro del transporte público y lo peligroso que podía ser caminar sola las calles de una de las entidades más peligrosas del país para las mujeres. Esas tres preocupaciones son la realidad de millones de personas que habitan la entidad. Por eso, entre el miedo y la desidia, ganó la convicción de que todas las personas merecemos vivir felices y que la política es un medio noble y necesario para alcanzar el bienestar de las mayorías. Así que sí, nos fuimos a apoyar la campaña de la maestra Delfina.

Todos los días, compañeras y compañeros del movimiento tocamos casa por casa. Caminar las colonias y tocar a sus puertas te permite ver de primera mano cómo vive la gente y escuchar qué opinan de la política, qué servicios les faltan, qué miedos les agobian, qué esperanzas les quedan y con esto una puede entender mejor cuáles son los dolores de la vida pública.

En estas idas y venidas fui testigo del profundo despojo que existe en el Estado de México. Visité decenas de casas en obra gris donde habitaban familias grandes que no tenían drenaje ni agua potable. Mientras tanto, cruzando la avenida vislumbraba un enorme campo de golf con sus árboles, su pasto impecable y sus aspersores de agua encendidos desde temprano en la mañana. Este es el despojo del que hablamos: el que sostiene la desigualdad y la legitima. Eso es el que llevó al PRI a su ruina.

D de «despertar»

Llegó el 4 de junio. El sol decidió ser particularmente intenso el día D. Honestamente creo que no fue coincidencia, pues el astro es el protagonista de nuestro despertar y justamente ese día el Estado de México despertaría. Dormité toda esa madrugada porque a veces la esperanza también quita el sueño. Entre volteretas en mi cama, suspiros y ojeadas al reloj, me dieron las 3:30 de la mañana. Me levanté, me bañé y me encaminé junto con varias camaradas al Estado de México, queríamos estar juntas, cerca del lugar donde se haría historia y cada una asumió la responsabilidad de vigilar una casilla: garantizando que los vecinos pudieran votar, que no hubiera mapacheo, compra de votos, ni violencia.

Todas las personas que conozco teníamos un papel que jugar: unas iban a defender el voto (mis favoritas porque esa labor es tremenda y la más importante el día de la jornada), otras participarían en mesas de análisis, otras estarían en bunkers sacando datos, viendo las noticias y tomando decisiones en caso de que algo sucediera. La posibilidad de un momento histórico estaba en juego, todas lo sabíamos y todas lucharíamos desde nuestra respectiva trinchera.  

A las 9 la mañana, mi casilla tenía una fila enorme pues tardó una hora en abrir y eso generó que se juntaran aproximadamente 50 personas, todas esperando su turno para votar. Una vez instalada la mesa de votación, el pueblo empezó a sufragar con esperanza en un mejor porvenir. Al mediodía la afluencia bajó de manera importante (se acabó la larga fila) aunque nunca dejó de haber gente. El resto de la jornada se desenvolvió con tranquilidad en la zona que pude atestiguar, aunque en algunos chats organizativos hubo historias distintas: amenazas porriles y policías deteniendo compañeros de manera arbitraria.

Por fin, el dinosaurio ya no estaría ahí

A las 18 horas cerraron la casilla. Hubo una que otra persona despistada que intentó llegar a votar pasada esa hora. Nuestra tarea aún no terminaba, teníamos que esperar a que se publicara la sábana con los resultados. Mientras esperábamos, veíamos en Twitter la primera planilla del IEEM publicada: una casilla especial de Neza posicionaba a la maestra como ganadora por aproximadamente 100 votos de diferencia. Mi corazón se angustió, el trauma de los fraudes siempre vuelve en elecciones tan reñidas y complejas, pero al menos habíamos ganado y muchas encuestas de salida también indicaban un posible triunfo.

Hasta las 21 horas las y los funcionarios de mi casilla hicieron de conocimiento público los resultados: la maestra había ganado esa sección, también por pocos votos de diferencia. Para entonces, me tranquilizaba que el PREP favorecía al movimiento; Mario Delgado y Delfina Gómez ya habían dado una conferencia de prensa y a pesar del intento de Alejandra del Moral por posicionarse narrativamente como ganadora, las mentiras son insostenibles y a los pocos minutos reconoció su derrota.

A las 10 de la noche la tendencia era irreversible, la maestra estaba entre 6 y 8 puntos porcentuales arriba de la candidata del PRI Alejandra del Moral. Todas respiramos con tranquilidad y la profunda felicidad que da ver triunfar la dignidad. Con los ojos hinchados, los pies adoloridos y la piel bronceada fuimos a cenar para luego tomar el camino de regreso a la Ciudad de México aproximadamente a las 11 de la noche. Después de la intensa jornada y de años de despojo en el Estado de México, por fin cuando las y los mexiquenses despertaron, el dinosaurio ya no estaba ahí. 

Cerrar