Nuestros tiempos están marcados por la inmediatez: nadie piensa más allá de tres meses. Esto tiene varios efectos. Uno de ellos es que teorizar está pasado de moda. Por teorizar entiendo el esfuerzo de analizar la realidad durante el suficiente tiempo y cuidado como para dar explicaciones satisfactorias y no sólo banalidades o intuiciones inmediatas que deberían servir sólo como puntos de partida. Es, pues, la búsqueda de respuestas bien ubicadas en tiempo y lugar que, además, lejos de moralizar («esto está bien»; «esto está mal»), desentrañen voluntades: que observen con auténtica curiosidad las «lógicas» que están detrás de los hechos y acciones que determinan un tema específico.
Esto se hacía no por un fetiche con las profundidades, sino porque esa clase de respuestas daba nociones más completas de los fenómenos que buscábamos comprender. Era, pues, el camino marcado por cierto compromiso con la verdad que tampoco se debía fetichizar, sino más bien enmarcarse en los intentos por transformar la realidad «para bien».
Nos ha tocado ver el desplazamiento de estas nociones por otras más eróticas, que tienen como criterio fundamental la consolidación y la eliminación sectorial de placeres o disgustos. Habitar lo erótico (con alegría, esperemos) sigue siendo una labor importante; lo novedoso es que esa habitación es ahora también nuestro criterio fundamental de verdad.
Esto no necesariamente debe entenderse como una degradación. De hecho, es más una reivindicación social de grupos históricamente excluidos que nunca vieron en los métodos anteriores un reconocimiento mínimo indispensable de sus experiencias y dolores que influyera decididamente en el conocimiento hegemónico y, por tanto, en los planteamientos colectivos para solucionar problemas relevantes. En ese sentido, de hecho, es un importante logro.
Creo, sin embargo, que se ha engendrado una falsa equivalencia: defender el regreso de la teorización supone, inevitablemente, la negación de las experiencias y dolores que emergieron con la nueva erótica. Creo que otro camino es posible. Creo que es posible recuperar las bondades de las explicaciones críticas y analíticas sin que ello suponga obviar lo que por fin salió a la luz.
Cómo y cuándo surgirá este nuevo camino es algo que no sé. Mi única claridad al momento es la de querer procurar que emerja lo más pronto posible.