Conflicto de interés: una óptica desde el sector privado

Columnas Plebeyas

Soy hijo de padres de origen extranjero, estudié en una escuela americana privada hasta la preparatoria, hice mi licenciatura en Negocios y MBA en el ITEMS, tengo 10 años trabajando para un corporativo trasnacional y actualmente emprendo un negocio propio. Soy un digno representante del capitalismo –desde la formación hasta la práctica–. Comparto ciertas características de mi pasado con un porcentaje de la población de este país: trabajé para una empresa, tuve educación privada y fui beneficiario del sistema capitalista.  Entiendo lo que es el conflicto interés. En mis empleos he visto cosas extrañas, por decirlo eufemísticamente. Sé cuándo hay deshonestidad y cuándo no la hay.

La empresa multinacional para la que trabajé tiene estrictos estándares en materia de conflicto de interés. Mientras trabajé ahí recibí de manera mensual intensas capacitaciones sobre el tema, mis compañeros y yo teníamos que firmar acuerdos sobre todos los posibles casos e informar cualquier tipo de circunstancia, por más liviana o inofensiva que pareciera. En aquel empleo, no podíamos recibir ningún regalo –ni siquiera un refresco o un llavero–, tampoco podíamos aceptar viajes, mucho menos remuneraciones externas. En ese puesto, por cualquiera de los casos exhibidos, la senadora Xóchitl Gálvez habría perdido el empleo.

Como ciudadano y con todo respeto, me gustaría preguntarle a la senadora, ¿usted permitiría que compradores o empleados de su empresa con conflictos de interés fueran contrapuestos a los objetivos, visión y filosofía de la empresa? Por ejemplo, si el comprador de materiales de la empresa X, en lugar de licitar con las cementeras más grandes de México para obtener el precio más barato, decide comprarlos con la empresa de sus familiares, ¿le parecería ético? ¿Lo vería bien? ¿Le permitiría continuar en la empresa? ¿No? Entonces, ¿por qué a usted se le perdona?

Finalmente, hablemos de la respuesta de la senadora sobre su gestión en el gobierno de Vicente Fox, del que supuestamente no recibió ningún contrato. Sabemos que no es cierto, sin embargo, todavía esperamos una explicación. Regreso a mi experiencia personal, si algún empleado hubiera hecho lo que hizo Xóchitl Gálvez, su consecuencia habría sido la espera de un periodo cercano a los 5 años antes de poder volver a ser proveedor o brindar algún servicio a la empresa. Esto se debe a que se asume que durante 5 años seguirá teniendo influencias, amigos o subordinados que se podrían beneficiar, perjudicando los intereses de la compañía.

Cuando se fue del equipo cercano de Vicente Fox y llegó Felipe Calderón, ¿la senadora dejó de tener influencias dentro del gobierno? Difícil de creer. Más bien, como decía mi abuelita: “en la tierra de los ciegos, el tuerto es rey”.

¡Yo, sinceramente, creo que lo que necesita este país es una mujer despierta y con los ojos bien abiertos!

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