CDMX: acciones locales para cambios globales

Columnas Plebeyas

La decadencia mundial de las poblaciones de abejas, mariposas, murciélagos y de otras especies polinizadoras es una realidad. La mayoría de las personas nos hemos encontrado con algún artículo en internet que advierte sobre la extinción de las abejas, así como de la grave amenaza que implica para el medio ambiente y la vida humana. 

La disminución de estas poblaciones tiene impactos negativos directos y graves sobre la producción de alimentos, de acuerdo con la Organización de las Naciones Unidas para la Alimentación y la Agricultura (FAO, por sus siglas en inglés). “Casi el 90 por ciento de las especies de plantas con flores silvestres del mundo dependen por completo, o al menos en parte, de la polinización animal, junto con más del 75 por ciento de los cultivos alimentarios del mundo y el 35 por ciento de las tierras agrícolas del mundo”, apunta la FAO. Por si esto fuera poco, estas especies, además, desempeñan otras funciones importantes para los ecosistemas, tales como el mantenimiento de la biodiversidad, la regeneración de los bosques y la adaptación al cambio climático.

Los efectos negativos de continuar con el acelerado decrecimiento de los polinizadores no sólo se resienten en las zonas rurales, pues la caída en la producción de alimentos va a afectar gravemente a las ciudades. La Ciudad de México, con 8.8 millones de habitantes (19 millones si se considera a la zona metropolitana), no es la excepción. Por ello, en el año 2019 el gobierno de la Ciudad de México comenzó la implementación de un programa que se mantiene hasta el día de hoy y ha sido muy exitoso: Jardines para la Vida, Mujeres Polinizadoras, que tiene como objetivo combatir una de las principales causas de la extinción de los polinizadores: la destrucción de su hábitat.

A casi cuatro años del arranque de este programa, se han creado en la ciudad 686 jardines para polinizadores (además de los que se echaron a andar en los 16 nuevos parques del programa Sembrando parques). Lo innovador radica en tres elementos: primero, las especies polinizadoras son viajeras y constantemente se trasladan de un lado a otro. Por eso, no se trata de construir jardines aislados o repartidos en donde sea, sino de configurar corredores conectados en distintas partes de la ciudad para que funjan como vasos comunicantes y refugios donde las especies polinizadoras puedan alimentarse y continuar su viaje. 

Segundo, las plantas utilizadas son nativas del territorio local. Y, gracias al aumento de la inversión en los viveros de la ciudad, hoy se puede cultivar dentro de ellos 30 especies de plantas nativas, que sirven para la conservación y reproducción de los polinizadores. Finalmente, este programa se ha enfocado en formar y capacitar mujeres jardineras especializadas en la polinización, que se benefician de adquirir las capacidades y conocimientos necesarios para desempeñar un oficio especializado como lo es el diseño y construcción de jardines y corredores para polinizadores.

Los jardines para polinizadores son parte de una estrategia más amplia del gobierno de la Ciudad de México para proteger el medio ambiente y adaptarse al cambio climático. Decidí dedicar el espacio de mi columna a este programa porque si bien no es la inversión más grande que tiene hoy la capital del país, sí es un ejemplo de una política innovadora que bien harían otros gobiernos estatales en tomar de inspiración.

Acciones locales para cambios globales.

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