Mutua necesidad entre México y Estados Unidos

Columnas Plebeyas

En 2024 México tendrá la elección presidencial más importante de su historia, por lo que deben identificarse los desafíos clave para el próximo gobierno federal. Uno es el tema de los millones de personas de origen mexicano —nacidas dentro y fuera de este país— que viven en Estados Unidos y que en su conjunto se conocen como la diáspora. Este movimiento migratorio es importante porque México necesita a sus integrantes y ellos necesitan del país.

La diáspora mexicana es la segunda más grande en Estados Unidos. Con corte al 2019, vivían 38.7 millones de personas de origen mexicano en el vecino país angloparlante, de las cuales se calcula que unos 10.7 millones nacieron en México.

La diáspora es heterogénea, con personas de todo tipo: albañiles, científicas, jornaleras, empresarias, académicas, en posiciones de liderazgo político, etcétera. Las hay ricas, clasemedieras y pobres. Algunas no saben leer ni escribir ni en español ni en inglés, otras son altamente calificadas y multilingües. Independientemente de su composición, la diáspora mexicana en suelo estadounidense es de suma importancia socioeconómica y política para México, así como políticamente estratégica para su relación con Estados Unidos.

Las contribuciones económicas de estos migrantes son cruciales para México. Sus remesas ascendieron a 58 mil 497 millones de dólares durante 2022. Las remesas son la mayor fuente de divisas de México y representan el 4 por ciento de su Producto Interno Bruto (PIB). Más de 11 millones de adultos mexicanos reciben remesas, que contribuyen a la economía familiar de casi cinco millones de hogares de y sus comunidades.

El potencial político de la diáspora en el ámbito doméstico mexicano es enorme. Sus integrantes pueden votar por representantes mexicanos y ser votados, cabildear a legisladores e influir en las preferencias políticas de sus familiares y comunidades de origen.

Aunque su voto es todavía relativamente bajo en México, la diáspora puede contribuir a asegurar el futuro de la llamada cuarta transformación. Pese a las dificultades para empadronarse y votar desde Estados Unidos, una cifra récord de más de 152 mil mexicanos se registró para participar en las elecciones presidenciales de 2018. Si bien únicamente se recibieron 76 mil 174 sobres con votos, ellos configuran un admirable 50 por ciento de participación. “López Obrador y Morena también arrasaron en el voto extranjero” entonces, al concentrar un 65 por ciento de sufragios para el hoy presidente mexicano, consignó Forbes. Poco menos del 27 por ciento fue para el candidato del Partido Acción Nacional (PAN), Ricardo Anaya, y un 6 por ciento quedó dividido entre el aspirante del Partido Revolucionario Institucional (PRI), José Antonio Meade, y un candidato independiente.

Además, la relevancia y el voto de la diáspora probablemente incrementarán en el periodo posterior al gobierno de López Obrador, entre otras razones porque se espera que para 2024 sea más fácil credencializarse, empadronarse y votar. También se vaticina que la competencia por el voto de estos migrantes crezca. La oposición política en México probablemente se envalentonará y desatará una peor andanada derechista y ultra contra la cuarta transformación y sus líderes, y peleará más por este electorado fuera de sus fronteras.

También el apoyo político de la diáspora es estratégico para México. Su respaldo proactivo puede generar políticas estadounidenses más favorables —o menos perjudiciales— para el país latinoamericano. Por ahora, su ejercicio en comicios estadounidenses es limitado todavía por sus características demográficas y migratorias. Al 2021, se calculaba que unos 1.7 millones son migrantes “regulares” no naturalizados ante Estados Unidos, es decir que cuentan con permiso para vivir y trabajar, pero no con derechos políticos. Se estimaba que en 2019 otros 5.3 millones vivían allá de forma “irregular”, sin permiso migratorio ni derecho al voto). No obstante, el poder de voto de estos 7 millones de personas podría dispararse si pudieran legalizar su estatus migratorio y se naturalizaran en el país angloparlante.

Actualmente, en Estados Unidos pueden votar 3.7 millones de personas, calculadas al 2021, de origen mexicano con ciudadanía estadounidense y millones de personas elegibles de la diáspora nacidas en ese país. Independientemente de que la mayoría vote por el Partido Demócrata y una minoría por el Republicano, su poder de sufragio es muy importante para ambos países.

Además, importantes sectores de la diáspora, sus organizaciones y su liderazgo pueden manifestarse públicamente y cabildear como grupos de interés en el Congreso estadounidense y en la Casa Blanca. Su actual potencial político puede ser clave para contener las intenciones estadounidenses intervencionistas y sancionadoras, potencialmente peligrosas para la soberanía, la seguridad nacional y los intereses mexicanos. Estas intentonas probablemente no cesarán, al menos a corto y mediano plazo, sobre todo las de políticos estadounidenses republicanos ultraderechistas y racistas.

No obstante todo esto, la diáspora también necesita el apoyo de México, principalmente para resolver, entre otros, uno de los asuntos más apremiantes: la situación migratoria “irregular” de millones de mexicanos, que les impide materializar su potencial socioeconómico y político, además de dificultar que aseguren su futuro en Estados Unidos. Su legalización es una prioridad para ese segmento y el liderazgo de la diáspora; sin ella, su futuro, sobre todo entre los jóvenes, es limitado, y aterrador para los adultos mayores que hoy enfrentan una vejez sin pensiones ni cobertura de salud. En suma, el tema de la diáspora en Estados Unidos debe ocupar un lugar importante en la agenda doméstica y bilateral del próximo gobierno mexicano.

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