Alcances del principio de paridad

Columnas Plebeyas

Cuando se habla de igualdad, ¿de qué se habla? Es obvio que depende del campo concreto, pero quizá haya un componente compartido: hablamos de nivelar; de tratar igual a los iguales y desigual a los desiguales. Esto es particularmente cierto cuando este tipo de trato no se ha cumplido en el tiempo y se ha vuelto ya un dolor histórico.  

El principio de paridad de género forma parte del gran tema de la igualdad. En concreto, es un principio constitucional diseñado para fomentar la participación igualitaria de hombres y mujeres en la política; especialmente en la selección de candidaturas. 

¿Significa esto que la paridad exige una división exactamente a la mitad de los puestos disponibles? No, esto es un error. 

Como todo en política (y el derecho no es más que política mediada por instrumentos normativos), los principios deben entenderse a la luz de la historia. En este caso, estamos frente a una historia de exclusión en contra de las mujeres. A ellas es a quienes se les ha negado el acceso a las instancias del poder público y privado. Por tanto, cualquier mecanismo normativo que pretenda fomentar la igualdad en esta materia tendría que favorecerlas. Sólo así puede comenzar a equilibrarse el desbalance histórico. Así lo ha visto también el Tribunal Electoral del Poder Judicial de la Federación que, en la jurisprudencia 10/2021 por ejemplo, afirmó que “el mandato de paridad de género o medidas afirmativas deben interpretarse y aplicarse procurando el mayor beneficio de las mujeres, por ser medidas preferenciales a su favor, orientadas a desmantelar la exclusión de la que han sido objeto en el ámbito político”. 

Todo esto configura un principio interpretativo: las normas de paridad deben beneficiar a las mujeres, y no garantizar una burda mitad geométrica como si el tiempo no existiera.

Esta es la razón por la que el escenario de un 100 por ciento de candidatas mujeres en, por ejemplo, la próxima pugna electoral por las alcaldías de la Ciudad de México, es totalmente compatible con las normas de paridad que actualmente nos rigen. Incluso diría: tal panorama sería una gran noticia a la luz de la exclusión histórica, pues nos permitiría equilibrar la balanza más pronto y, sobre todo, con mayor estabilidad en el porvenir.  

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