Agua de lluvia recia

Columnas Plebeyas

Aquí. Bajo el agua. Agua de lluvia recia. Agua que se lleva la basura, que se lleva los deshechos, que se lleva la impureza. ¿Adónde la lleva? En las honduras de la tierra, hasta alcanzar más agua, la de un río, la de un mar. Ahí llega el agua. y vuelve a empezar el viaje.

Se decía que es bueno llorar en la lluvia porque no se ven las lágrimas. Cuando no era un imperativo mostrarle al mundo nuestros sentimientos, nuestros dolores. Cuando no era un motivo de orgullo y de deseo ser víctima de algo.

No es lo mismo llorar de frustración porque el vecino se obstina a no referirse a nosotros con los pronombres que nos gustan más a llorar porque un militar se llevó a nuestro hijo, lo desapareció para siempre, nunca más volveremos a verlo, ni sabremos si está vivo o está muerto.

No. Las cosas no se equivalen. Y es importante decirlo, serenamente. No es importante un pronombre. Ni que alguien no nos entienda. Son los adolescentes los que hacen berrinches porque los demás no los entienden. No deberían ser los adultos los berrinchudos infantilizados. Los adultos deben hacer los adultos, hablar con los adolescentes y decirles que se calmen, que no pasa nada, que van a estar mejor.

Son otras las lágrimas que la sociedad tiene que llorar. Sobre todo cuando son poco más que adolescentes la mayoría de los desaparecidos.

Y hoy llueve esta lluvia que refresca, que nos hunde en agua abundante. Llueve aunque brille el sol, porque es septiembre. Y septiembre, en este país que es México, significa por supuesto las fiestas patrias, el grito, el himno nacional, el tricolor, el chile en nogada, ¡cómo no!

Significa seguramente simulacros y sismos y tensión y angustia, y sueño interrumpido por alertas sísmicas que llegan a tiempo, no llegan a tiempo, bolillos pal susto, pijamas de la vecina con el perro en los brazos, los hijos medio dormidos, las sábanas a cubrir desnudez tomada por sorpresa.

Septiembre significa también una falta irresuelta. Una historia obscena, en su sentido etimológico: fuera de escena. Una vez más, un año más, una vida entera más, en medio de miles de páginas, de declaraciones, de expresiones faciales falsas, o sinceras, o neutras, no logramos encontrarlos. De ninguna forma sabemos dónde están.

¿Dónde están?

Y a ese número, cuarenta y tres, se suman miles y miles y miles y miles y miles y miles y miles y miles.

¿Cuántas son cien mil personas? ¿Somos capaces de imaginarlas? No puedo evitar contar con una medida familiar, un estadio de fútbol. El Azteca. Ochenta mil. Esa cantidad cabe ahí. Un estadio Azteca repleto de gente viendo un partido de la Selección. Desvanecido. Y todavía veinte mil más. Esos y más son los desaparecidos en México.

Más 43.

Es la cantidad de gente que falta, que no se sabe si está viva o está muerta. Son las familias destruidas por la ausencia forzada. Si cada desaparecido tiene por lo menos cuatro personas que componen su familia, su círculo cercano de amor, de gente que lo quiere, esto significa que por lo menos quinientos mil personas son afectadas directamente. Son víctimas directas de un delito horroroso, de lesa humanidad.
No es un pronombre equivocado. Es el horror. Es tan grave como un genocidio.
Hay prioridades.

Septiembre mes de la lluvia recia. Septiembre mes de Ayotzinapa. Una herida demasiado honda, demasiado vergonzosa, una herida que abre todas las demás heridas que siguen sangrando. Una herida que impide cualquier sanación.

Y la sangre de esas heridas abiertas se mezcla a la lluvia de septiembre, a las lágrimas, a la desesperación.

No todas las lágrimas son iguales. No. Hay prioridades.

Encontrar a los desaparecidos es una prioridad, creo. Es prioritario porque no puede ir a ningún lado un país cuyas fuerzas de seguridad amenazan, torturan, desaparecen, asesinan impunemente.

No puede ir a ningún lado, ni siquiera si tiene un barco gigante capaz de surcar las olas del mar de lágrimas sobre el cual se ha construido su fortuna.
Porque se sabe, el que va por este mar, estos peces pesca.

Esta lluvia recia nos va a ahogar a todos si no se logra finalmente y de manera definitiva contestar una pregunta.

¿Dónde están?

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