Amor con amor se paga

Columnas Plebeyas

Eran las 07:00 hrs. del 27 de noviembre de 2022 y la Estela de Luz ya se encontraba repleta de militantes y simpatizantes de la esperanza. Ahí, en el monumento cúspide de la corrupción y el mal gobierno de Felipe Calderón, miles de personas se concentraron para iniciar una marcha que defiende un proyecto radicalmente distinto al de gobiernos anteriores: un gobierno popular cuyo centro de atención son quienes menos tienen: las personas pobres.

Realizando trayectos de 27 horas o de algunos minutos, militantes de la esperanza de todo el país abarrotaron la avenida Reforma desde la avenida Insurgentes y hasta el Bosque de Chapultepec, en donde cada metro ofrecía bailes, música o alimentos que de forma generosa repartían de forma gratuita: carnitas de Michoacán, tamales y las famosas guajolotas, cemitas poblanas o las populares doraditas chilangas, generando un festival ambulante musical, cultural y gastronómico que en mucho recordó al plantón de 2006 que fue parte crucial del movimiento que hoy de nuevo salió a las calles.

Lonas y carteles daban cuenta de mensajes de toda índole: apoyos al presidente Andrés Manuel López Obrador, agradecimientos, poemas, mensajes de resistencia o incluso mensajes sarcásticos que emitían un «soy acarreada» en son de burla a la oposición que desde el mismo momento de la marcha no paraba de acusar que la gente presente lo estaría por coacción.

Este escenario contrasta dos visiones de país: la de quienes sentaron las bases de un país que por décadas estuvo a la deriva y sirvió para que un puñado de personas se enriquecieran a costa del erario público; y la de quienes, con un proyecto transformador claro, pretenden transformar la vida pública del país a través de una atención social prioritaria que ha puesto en el centro diversas políticas de bienestar.

Una visión, por un lado, promete que si se derroca a López Obrador —y anoten, por favor, que usó el verbo derrocar— quienes ya gobernaron volverán a hacerlo y ahora sí, no como en los 80 años que ya gobernaron, traerán prosperidad. Su estrategia ha incluido la conformación de cuatro formas similares de coalición política y legislativa que hasta ahora han fracasado porque lo único que proponen o pueden hacer es decir que no, mientras sus comentaristas a sueldo publican burlas e insultos en contra del Presidente e indirectamente en contra de quienes le respaldamos.

Ese intento de oposición coaligó a personas pro-derechos de las mujeres con organizaciones anti derechos, a políticas ex presas por la comisión de delitos con personajes de extrema derecha que han vivido históricamente del erario. Convocaron a un hombre acusado de genocidio ante la Corte Penal Internacional con gente mal informada y engañada que se dio cita a base de mentiras sobre un instituto que —sin saber cómo— consideran en riesgo, mientras que el presidente actual del Instituto marchaba envanecido por quienes defienden sus despilfarros inconstitucionales.

El domingo pasado 1.2 millones de personas salimos a las calles a defender al Presidente y al proyecto que le pertenece a quienes lo hemos acompañado para construirlo desde hace poco más de 17 años, y lo hicimos de forma pacífica —sin romper un solo vidrio— como sucediera desde la primera vez que la avenida Reforma fuera epicentro de nuestras manifestaciones.

No es algo mesiánico o irracional, es caminar con el hombre que alzó la voz por millones de personas que fueron invisibles durante toda la historia del país. «Amor con amor se paga» no es una frase vacua, es la promesa revolucionaria de luchar con él por un país más justo.

Y millones de personas vamos a defender este proyecto.

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