Agonía de los intelectuales neoliberales

Columnas Plebeyas

¿A quién le habla Enrique Krauze?, me pregunto al leer que escribió en su X: “Después de ser una monarquía, el 4 de octubre de 1824 México se convirtió en una república. Pasaron 200 años. En septiembre de 2024 México dejará de ser una república para convertirse en una monarquía. ¿Lo permitiremos?”

El ingeniero y empresario cultural, que creó un emporio cobijado en su prestigio como historiador durante el neoliberalismo, tomó la decisión de publicar esa aseveración insostenible y muy penosa desde sus redes personales. Más allá de la pifia en el dato histórico o de la arrebatada comparación del modelo político actual con una monarquía, desde mi punto de vista esta publicación permite algunas reflexiones. Comparar con una monarquía a la conformación de un Congreso donde una parte alcanza la mayoría calificada no puede tomarse en serio más que como un intento de metaforizar su personal disgusto hacia el refrendo del régimen.

Resalta que se opone a la vía más legítima y democrática de construcción de consensos: la conformación de una mayoría legislativa por la vía del sufragio. En su momento no se les observó ni a Krauze ni a los intelectuales del neoliberalismo manifestarse en contra de la construcción de mayorías calificadas como el Pacto por México, que permitió la consecución de las reformas estructurales de Enrique Peña Nieto mediante una maniobra política artificial y a espaldas de la voluntad popular.

El ingeniero probablemente publicó esas letras en sus redes personales, como puede sucederle a cualquiera, en un arrebato irreflexivo. De ser el caso, se pensaría, la comparación y el llamado velado a “no permitir” la conformación del Congreso no deberían ser tomados en serio. Por el contrario, más allá de la afirmación en sí, lo que se revela es un ímpetu visceral en el que se ha agotado la reflexión e incluso la imaginación para explicarse un fenómeno político como el que se vive en el presente. De fondo, también muestra hasta dónde el historiador es capaz de utilizar alevosamente conceptos y momentos históricos de forma retorcida y contraria a toda lógica.

Finalmente, entre la insostenible comparación histórica y el arrebato, tenemos una última y gran contradicción, reflejo de una intelectualidad agonizante: el llamado final a la acción mediante una pregunta retórica que dice “¿lo permitiremos?”, la cual se lanza al aire hacia una audiencia inexistente. Por más alaridos que un puñado de viscerales griten en pequeñísimas aglomeraciones afuera del Instituto Nacional Electoral (INE), en donde hablan de imaginarias dictaduras, totalitarismos, autarquías y ahora hasta monarquías, nadie en su sano juicio haría eco a respaldar tales alegatos, cuando está por iniciar el régimen con mayor legitimidad política en la historia reciente.

A los intelectuales del neoliberalismo se les observa desvariar ante su propio desatino, que les dificulta trazar lecturas honestas de los tiempos extraordinarios que les tocaron vivir.

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