Regeneración contra el poder judicial

Columnas Plebeyas

Las coyunturas del presente definen los intereses temáticos de los historiadores. Casi siempre es así, aunque en ocasiones los historiadores no sean conscientes de ello. Ha sucedido, por ejemplo, con el auge de los estudios de las clases subalternas, animados por las interrogantes formuladas por los científicos sociales ante las protestas estudiantiles y ciudadanas que azotaron una parte del mundo en las décadas de 1960 y 1970. Son momentos en que el pasado y el presente se iluminan uno a otro.

Ahora sucede algo semejante en México, con la inminente reforma al poder judicial, que responde a un mandato expresado en las urnas el 2 de junio. Si no fuera por este fenómeno que está sucediendo ahora mismo, discutiéndose tanto en plazas públicas y medios de comunicación, como en recintos oficiales del poder político o en las cocinas de los hogares mexicanos, nadie recordaría que el legendario periódico Regeneración, fundado por los hermanos Flores Magón hace exactamente 124 años, dedicó sus primeros seis meses de vida a exhibir públicamente los abusos y la corrupción del poder judicial porfirista.

En su primer número —aparecido el 7 de agosto de 1900— los directores de Regeneración anunciaban las razones para sacar a la luz su nueva publicación: “Este periódico nace de una convicción dolorosa”. Líneas después añadía: “nuestro vigor juvenil y nuestro patriotismo nos inducen […] a señalar, denunciar todos aquellos actos de los funcionarios judiciales que no se acomoden a los preceptos de la ley escrita, para que la vergüenza pública haga con ellos la justicia que se merecen”. En el mismo tenor, proseguía la presentación: “ayudaremos con nuestras fuerzas, y pese a quien le pesare, a todos aquellos que en lugar de recibir justicia de las autoridades judiciales hayan recibido, con mengua del derecho y de la moral, la vergüenza de una derrota injusta”.

Los directores de Regeneración confeccionaron todavía un retrato más profundo de los elementos corruptos del poder judicial en aquel cambio de siglo, que vale la pena citar íntegramente:

«Bien comprendemos que a los miembros podridos de la Administración de Justicia, a aquellos para quienes su investidura no es más que la venda que oculta sus llagas o el pretexto de incalificables violaciones; para aquellos que amurallados en sus investiduras, solo les sirve para dar a sus crímenes una forma más o menos justificada, con detrimento de las garantías individuales; para aquellos que su nombramiento de juez o de magistrado les sirve de escudo para el ejercicio de sus asquerosas venganzas, para esos nuestra publicación será vista con odio, y algunos de ellos, al solo anuncio de Regeneración han sentido arder sus iras como el malhechor al solo olfato de la policía».

Para un lector contemporáneo del momento actual en México, las anteriores líneas le sonarán familiares. Quizá sienta incluso que fueron redactadas recientemente, en algún medio digital o pronunciadas por algún ciudadano a favor de la reforma. Tal es la brecha temporal, que cobra sentido porque abre un espacio para ligar el presente con el pasado. Más de un lector que cuente con el conocimiento de que esas líneas son relativamente antiguas pensará: parece que el poder judicial sigue siendo el mismo que hace cien años; que un sismo social como lo fue la Revolución mexicana ni si quiera tocó este ámbito fundamental de la vida pública. 

¿Por qué el periódico Regeneración dedicó sus primeros números a criticar al poder judicial y después decidió ampliar su visión a otros ámbitos de la administración porfirista?, ¿cuáles fueron los casos de corrupción de jueces y magistrados exhibidos por la publicación?, ¿qué nos dice todo ello para la coyuntura actual? Son preguntas que buscaré contestar en entregas sucesivas.

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