Mientras veíamos el segundo debate presidencial, a más de uno nos surgió la pregunta: ¿La oposición no tiene a nadie mejor que a Xóchitl Gálvez?
Sin duda, es posible imaginar a más de un personaje con mayor elocuencia o con más agilidad mental. Pero poco importa quién fuera el responsable de dar la cara, pues el verdadero problema es que en los últimos seis años la oposición no ha sido capaz de construir un proyecto de nación, ya que se quedó atrapada en un viejo modelo en el que no tenía que dialogar con la ciudadanía, sino manipularla.
Por ese sesgo, Rosario Robles desestimó el pronóstico de Roy Campos, quien se atrevió a señalar que era factible que Claudia Sheinbaum obtuviera más de 35 millones de votos. Incrédula, la extitular de la entonces Secretaría de Desarrollo Social señaló que era imposible, pues la candidata no tenía el carisma del presidente. A lo que el encuestador respondió que Andrés Manuel López Obrador está en la boleta, su gobierno está siendo evaluado. Como siempre, la única respuesta posible fue la descalificación.
La oposición es incapaz de asumir que los tres partidos que dominaron el país las últimas tres décadas son avasallados por otro que apenas hace nueve años conseguía sus primeras 35 diputaciones. Ahora, ni juntos pueden competirle. Aun si entendieran la mala posición en la que se encuentran, no lo reconocerían públicamente.Lo cierto es que, poco a poco, abandonan a quien apenas hace un año presumían como el antídoto del presidente. Pero el fracaso no es de Xóchitl Gálvez, por lo menos no en lo sustancial. Sus limitaciones son evidentes cada que tiene que hablar sin apoyo del apuntador, pero tampoco sus asesores han construido un discurso convincente.
Esta desconexión con las mayorías ha permitido que el tsunami de 2018 se haya extendido hasta 2024. El primer signo de derrota fue que los tres dirigentes de la oposición encabezaran las listas plurinominales, en vez de salir a pedir el voto. Dejaron entrever que estaban desesperados por rescatar lo que les fuera posible.
Ahora, con esta campaña carente de propuestas, dejan en claro que apuestan por convencer a un electorado poco politizado. Irónicamente, se trata de ese sector que repudia la política debido al pésimo desempeño de los partidos que se adueñaron de esa vida por décadas y, desafortunadamente, poco se preocupan por informarse de los asuntos públicos. Por supuesto, muchos de ellos no recuerdan que Xóchitl Gálvez, la candidata que se presenta como ciudadana, tiene un cuarto de siglo enarbolando la bandera del Partido Acción Nacional (PAN). Menos que, como comisionada de asuntos indígenas, avaló la masacre de San Salvador Atenco y la traición de los Acuerdos de San Andrés. Tampoco que quien se ha encargado de crear su proyecto económico es uno de los responsables de la peor crisis económica que hemos sufrido o que el encargado de la política de seguridad está envuelto en un proceso judicial por sus vínculos con el crimen organizado.
Encerrada en estas contradicciones, la oposición promete incrementar los programas sociales y, al mismo tiempo, disminuir los impuestos. Regresar los privilegios de los que se gozaba en la administración pública y, al mismo tiempo, reducir el gasto del gobierno. Las mentiras son tan burdas que apenas se necesita tener nociones de civismo para ver el engaño y el sinsentido (tal vez por ese motivo siempre se empeñaron en desaparecer el civismo).
Lo de menos es que, en su último día antes de pedir licencia como senadora, Xóchitl presentara un proyecto para modificar la constitución y reducir la edad a la que se otorga la pensión de adultos mayores sin un estudio de impacto presupuestal, es decir, sin saber cuánto costaría, ni mucho menos cómo lo iba a financiar. El gran riesgo es que esa misma incomprensión de la realidad caracteriza a toda su facción. Por eso, en la reciente discusión sobre las pensiones, la mayoría les dio la espalda. Erróneamente, creyeron que bastaba el miedo para que una generación olvidara el agravio sufrido por la imposición de las Administradoras de Fondos para el Retiro, las mencionadas Afores.
Por ahora, lo único que queda en juego es definir qué tan grande será la diferencia. Y en mucho se debe a la pedagogía política de cada mañana. Paradójicamente, este triunfo anunciado también implica una gran pérdida, pues se retira el principal comunicador del movimiento y uno de los responsables de politizar a los sectores populares. Ahora, el mayor reto es mantener, como él, a la gente involucrada en la vida pública, y que queden al margen esas figuras que han ganado espacios en América Latina con el sofisma: “Vida, libertad y propiedad”. Charlatanes más nocivos que Xóchitl Gálvez, que se presentan como empresarios, pero que viven saqueando el erario, como Ricardo Salinas Pliego.